Por eso –al decir del padre Márquez Montiel-, siempre fue amable y buena; por eso se graduó en la carrera del Comercio en el año 1942; por eso, en fin, se dedicó al bello canto, pues sentía irresistible inclinación hacia él, y se consideraba con aptitud para estudiarlo y llegar a ser una verdadera artista.
Comenzó sus clases de piano y canto con la maestra Otilia Velasco y tal fue su adelanto que el Gobierno de Chihuahua le concedió una beca para que pasara a México a continuar sus estudios. Allí se inscribió en el Conservatorio de Música y llegó a obtener los primeros premios; allí, bajo la hábil dirección de la afamada María Bonilla, se fue perfeccionando cada vez más hasta el punto de poder ingresar en la Opera del Instituto Nacional de Bellas Artes.
Ya alcanzada alguna merecida fama recorrió casi toda la República dando conciertos y deleitando a los mexicanos con su bien timbrada y armoniosa voz. Chihuahua tuvo el placer por varias veces de escucharla, la última poco antes de su muerte, en junio de 1952, cuando vino expresamente para cantar en la fiesta de las Boda de Oro de su Colegio, el Instituto América; celebrada en la suntuosa sala del Colonial. Le faltaba matizar un poco, pero no obstante, ya sobresalía con mucho como cantante de ópera. Preparaba el papel principal de Madame Buterfly para cantarla en Bellas Artes el 16 de septiembre cuando la sorprendió la muerte.
Esa muerte ocurrida el 10 de septiembre, tronchó una vida breve de 25 años cuando prometía reventar –dulce capullo- en rosa espléndida y joyante, llena de color, de aroma y de armonía, para gloria del Arte mexicano y especialmente chihuahuense, según palabras textuales del historiador poblano Joaquín Márquez Montiel, que cita en su libro Hombres célebres de Chihuahua.