Los hermanos Tsarnaev, Dzhorkhar y Tamerlan, de 19 y 26 años respectivamente, ambos estudiantes, uno de ellos habría obtenido la distinción como atleta del mes en febrero de 2011, son los presuntos responsables de haber colocado los artefactos explosivos cerca de la línea de meta, durante el desarrollo de la prestigiada maratón de Boston.
Los “chicos malos” llegaron a la Unión Americana en el 2002, procedentes de una de las exrepúblicas soviéticas; algunos los ubican en el Kirguistán, otros en Daguestán, pero en lo que coinciden es que los Tsarnaev residieron en su infancia en la república musulmana de Chechenia, y su padre radica actualmente en Rusia.
Los dos sospechosos, uno ya abatido, el mayor, por la policía durante un enfrentamiento en el Tecnológico de Massachusetts. El menor, se encuentra cercado por los grupos de élite de las fuerzas del orden y la guardia nacional, en un suburbio de la ciudad bostoniana.
El horror que sufrieron transeúntes, público y atletas el día de la carrera, revivió el pánico y la psicosis de los atentados del 11 de septiembre en Nueva York, y dejó más que clara, la vulnerabilidad de la población estadounidense ante los ataques terroristas.
El cobarde ataque costó la vida a 4 inocentes, un menor de 8 años entre ellos, y decenas de heridos, incluidos varios atletas. De paso, marcó para siempre, de manera negativa, el prestigio de uno de los eventos deportivos más importantes del orbe, y de una de las ciudades emblemáticas de los Estados Unidos.
Posterior al atentado, el despliegue de las fuerzas armadas para localizar a los responsables, fue más que impresionante. En esto sí, el gobierno norteamericano demostró su eficacia, pues en cuestión de horas obtuvieron información y videos que llevaron a la localización de los sospechosos, los cuales se difundieron masivamente y dieron resultados inmediatos.
El problema que se le presenta a la administración Obama, además de encarar el escrutinio de la opinión pública y de sus detractores por la vulnerabilidad ante ataques terroristas, es que los ultraconservadores republicanos y la Asociación Nacional del rifle que se oponen a la reforma migratoria y al control de armas, ahora tienen suficientes argumentos para atacar las iniciativas del mandatario.
Los enemigos del presidente norteamericano van a usar el ataque terrorista de Boston como pretexto para impedir que avance, o por lo menos, ponerles muchas trabas, a la regularización de millones de indocumentados que residen en territorio gabacho; entre ellos más de doce millones de origen mexicano.
Va a ser muy difícil convencer a los legisladores republicanos y otros tantos dentro de mismo partido demócrata, que ven con escepticismo la reforma migratoria, de que los indocumentados no representan un peligro real para la seguridad nacional de ese país.
A contrario sensu, es probable que la expedición de becas estudiantiles, permisos temporales o cualquier interés de ingresar y permanecer en Estados Unidos, se vean seriamente afectados y se restrinjan considerablemente los accesos por cualesquier vía a la unión americana.
En lo que respecta a la iniciativa de control de armas, la que camina muy lentamente, ésta ha recibido un duro revés, ya que los opositores a ella van a invocar la necesidad de permitir a cada ciudadano portar armas, incluso de alto poder, para enfrentar las amenazas; más cuando se trate de personas con acentuado aspecto extranjero.
El problema es mayúsculo para el presidente Obama, porque el atentado de Boston exhibe debilidades en materia de seguridad nacional, aun y cuando hayan dado con los responsables. Pero también abre la puerta para que la discriminación contra los inmigrantes retome el vuelo, y se dejan sentir vientos gélidos contra el enemigo número uno, es decir, Rusia, porque de por allá vinieron los hermanos Tsarvaev.
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