El Legado de Felipe

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“Mi legado, batalla contra la inseguridad”: Calderón; al inaugurar la Cumbre regional de las Américas del World Travel and Tourism Council, en Cancún, Q. Roo.

En la recta final de su mandato el presidente Felipe Calderón le pone los corchetes a su gestión: enfrentar al crimen organizado. Anhela, como el que se va, que la nación lo recuerde, y lo reconozca, como el presidente que enfrentó el más grande desafío de México después de la Revolución Mexicana. Esto último es una apreciación y analogía del autor.

El michoacano pretende que las próximas generaciones reconozcan tarde o temprano, que el giro tomado desde el inicio de su sexenio fue el correcto. No permite, con su afirmación, lugar a dudas sobre el relevo de la principal bandera de su campaña, incluso, lapida la autodefinición de ser el presidente del empleo.

En su conciencia Felipe está convencido de haber hecho lo correcto; quizás, para él. Pero muchos, propios y extraños, nacionales y extranjeros, tenemos una apreciación distinta en cuanto a resultados de esa batalla contra el crimen organizado.

En lo particular, mi opinión dista mucho de la de conferencistas internacionales que llegan al país con gastos y viáticos pagados para hablar del tema, y de la de empresarios o banqueros agasajados en instalaciones VIP cuando son invitados ex profesamente a reuniones con el presidente; es decir, el compromiso y el protocolo suplen la divergencia y la objetividad, por eso la cortesía obliga a no desentonar con el discurso presidencial.

Calderón sobrestima “su batalla” porque advierte resultados desalentadores como cuando urge a detener el flujo de dinero ilícito a México y Centroamérica, el Caribe y América del Sur, antes que la lucha contra el crimen se convierta en una tarea, lenta, larga y peligrosa. Esto lo dijo en la inauguración de la Reunión Hemisférica de Alto Nivel contra la Delincuencia Organizada Transnacional, de la Secretaría de Relaciones Exteriores, el primero de marzo del año en curso.

Cambiar el orden de prioridades, aún por encima de la palabra empeñada ante los electores, tiene sentido si se trata de una amenaza de seguridad nacional. Sin embargo, casi se termina el sexenio y todavía no encuentro respuesta a la interrogante: ¿Tenía Calderón la radiografía fiel de lo que sucedía, y si así fuere, contaba con un Plan integral para encararlo?

A César Gaviria le tomó 3 años abatir a Pablo Escobar, el capo más peligroso de Colombia entonces. A Alberto Fujimori le bastaron 2 años para capturar a Abimael Guzmán, el terrorista más buscado del Perú en los noventas. Ambos países, con presupuestos y tecnologías modestas, y sin tantos pretextos, consiguieron lo que Fox y Calderón no han podido en 12 años, al menos con Joaquín Guzmán.

Que el Tío Sam es el principal obstáculo para avanzar contra el flagelo de la narcoviolencia en México, es cierto. Que la demanda de estupefacientes al norte del Bravo como el mayor consumidor de drogas ilegales del mundo, y ser la frontera de salida más vulnerable del tráfico de armas y dinero sucio para alimentar el negocio de los cárteles mexicanos, también es cierto.

Que las policías estatales, municipales, jueces, magistrados, alcaldes y aun gobernadores, así como fuerzas federales y armadas están infiltradas por el crimen organizado, ya lo sabemos, y el presidente también lo sabía.

Si el diagnóstico era conocido, cómo es que los resultados, al final del sexenio flaquean ante el escrutinio social? Algo no salió bien, o fueron equivocadas las designaciones en Washington, en el gabinete de seguridad, y en las coordinaciones parlamentarias del partido en el gobierno. A distancia y con el panorama actual, se antoja presumir que el líder escogió a los amigos y no a los mejores.

Calderón desestima  categóricamente que su sexenio va a heredar la mejor cobertura en salud de la que se tenga memoria. Que la ó el próximo presidente de México encontrará en las arcas públicas más de 150 mil mdd en reservas, inflación controlada por debajo del 5%, crecimiento de la economía por encima del 3.5%, con la tasa de desempleo más baja entre los países de la OCDE y la inversión en vivienda e infraestructura carretera más grande de la historia.

Paradójicamente, priorizó  “su batalla” contra el crimen organizado donde las cuentas en materia de seguridad son cuestionables; por lo tanto, presumir que hizo lo correcto, me parece arrogante, como incongruente e ilusos son los candidatos que pretenden continuar con la misma estrategia.

P.D. Los líderes guerreros de los tiempos inmemoriales, los de otras latitudes y los de las naciones antes de la conquista española, marchaban al frente de sus ejércitos para enfrentar al enemigo. Hoy, los guerreros son anónimos y los daños colaterales son altísimos, mientras que los comandantes en jefe sólo dan órdenes desde la comodidad de sus fortificaciones y la seguridad de centenares de agentes que los resguardan, como Bush u Obama, por ejemplo.

mnarvaez2008@hotmail.com

Twitter: manuelnarvaez65

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