“Sé que mi pintura ha de emerger en soledad”, expresa Biderbost, cuya muestra de 25 cuadros, que lleva por título su nombre, se abrirá el sábado 26, a las 19:30 horas, en Casa Galería (Abasolo 37, colonia Santa Ursula Coapa).
Entrevistado por La Jornada, continúa: “A partir de 1978 ya sabía que mi trabajo no podría surgir en grupo ni seguir tendencias. No busco ni la expresión personal ni el arte didáctico, el cual rechazo y que tanto se da entre los artistas conceptuales (que en un tanto por ciento muy alto acaban produciendo discursos morales), aunque no en todos. Por otro lado, el arte llamado político también es moralista. La política siempre es moral”.
Sucede que Biderbost desea “producir sensaciones, no expresarlas, para lo que es conveniente huir de uno mismo. Cuando aparece la pintura, el pintor, las cosas y los hombres desaparecen. La investigación, la exploración en pintura, requiere distanciarse de la obra. El cuadro será más libre cuanto menos ‘yo’ pongas en el mismo.
“Esto es una enseñanza básica de Velázquez, en cuyas obras la pintura y la realidad caminan juntas hasta fundirse. El color es el agua donde nadan los ojos, pero la luz es el elemento por donde viajan los colores hasta convertirse en pintura.”
Biderbost trabaja al margen de las modas, de las cuales opina: “Seguir los modos de hacer que tienen éxito es un ejercicio peligroso, sobre todo si se hace de manera sistemática, porque pueden llevar al lugar equivocado. Pero nunca es peligroso mirar, ver y aprender, sea de las corrientes modernas, vanguardistas, antiguas o de las futuristas, o sea, de los que se adelantan. Claro que para mí no existe el tiempo, al que considero la ilusión humana de medir el movimiento y de pautarlo en la memoria. Seguir la moda siempre es caminar por territorio trillado”.
Biderbost es autodidacta porque “durante la primera mitad de los años 70 la facultad de bellas artes era academia pura y dura. No servía para los artistas de la época que se movían en otros parámetros plásticos. Representaba la asfixia de la creación. Los artistas que empezaban a destacar rechazaban aquello. No estaba bien visto hacer bellas artes, se decía que quitaba imaginación, que castraba. Añádase que en mi familia no valoraban la actividad artística como actividad de futuro, y menos la mía.
“El caso es que el autodactismo me llevó a fijarme, sin corsés, en la libertad plástica deseada. Lo que no significa que no estudié: El Desván de Bilbao, las visitas a exposiciones en galerías y museos, el contacto con otros artistas e idas a sus estudios, la curiosidad y la enciclopedia de arte que había en casa de mis padres (especialmente me fijaba en los surrealistas y la pintura abstracta); un viaje en autostop a París, así como a Zurich y Portugal, la propia acción de pintar y dibujar, fueron provechosos y esenciales para el posterior desarrollo de mi pintura”.
Biderbost creció en el franquismo, al que se refiere como “un lastre y un verdugo para la lengua, el arte, la política y la cultura vasca en general, y con toda la consecuencia en lo personal. Pero en los años 70 el pueblo vasco se levantaba. Yo era testigo de la represión de un pueblo y al mismo tiempo de sus ansias de ser, de su lucha social y nacional. Sin entrar en detalles, todos éramos víctimas de la mediocridad, incultura, odio y crueldad del poder fascista. Ésta miseria fue padecida a lo largo de toda la península ibérica.
“Simultáneamente, me apoderaba una tendencia hacia las sensaciones no concebidas. También a la evasión. Aunque desde chaval he dibujado y pintado, empiezo a tener conciencia de pintor a mediados de los años 70, en que empiezo a concebir la pintura como realidad autónoma y no como ilustrador de la supuesta realidad que llamamos objetiva”.
Respecto del panorama artístico en Bilbao, Biderbost señala que “en 1966 ocho artistas guipuscoanos forman el grupo Gaur (Zumeta, Basterretxea, Oteiza y Sistiaga, entre otros), y ahí arranca la semilla de un arte contemporáneo vasco y al mismo tiempo de reivindación de la cultura vasca, que hasta entonces y después era motivo de represión o, en el mejor de los casos, de menosprecio. En Álava, ese mismo año, surge el grupo Orain, formado por Mieg y Ortiz de Elguea, entre otros, y en Vizcaya, Hemen con Ibarrola, Carrera, Ucelay, Ramos Uranga y varios más. En Navarra, Osés, Morrás y Aquerreta serán los principales representantes del grupo Danok. Huir del folclorismo y enraizar con las corrientes contemporáneas; ir a lo universal desde la propia identidad y ser vanguardia, tal era la intención de la escuela vasca”.
En una ocasión Biderbost definió la pintura como “un vicio insano”; ahora acota: “No me pongo a pintar pensando en la historia del arte. Todo lo que pinto es improvisación. Hago improvisaciones lentas. La pintura estará vigente mientras sirva al pintor, a algún observador, mientras sea un camino hacia la realidad introspectiva y/o síquica y mientras sea un método de conocimiento o un lugar para la expansión de la imaginación; mientras aporte percepción, tal como todavía aportan sensaciones las pinturas rupestres de Chauvet.
“La literatura no murió con el cine ni la pintura con la aparición de la fotografía. Es más, se desarrolló hasta lo insospechado tras la aparición de ésta. De todos modos, un pintor no ha de especular con esto mientras el vicio permanezca. Y es un vicio muy pegajoso”.
La Jornada