El maestro Hancock, es valorado en el mundo como uno de los genios vivientes de la música. Sus contribuciones a la evolución de la cultura jazz están plasmados en una discografía impresionante que ha tomado rumbos de epifanía en años recientes, sin despegar en ningún momento los pies de la tierra.
Con medio siglo de carrera en la cúspide, a punto de cumplir 71 años (el 12 de abril), la expresión corporal y facial de Herbie Hancock es la de un hombre muy joven, sereno y sabio, sencillo, con un brillo infantil en la mirada que completa su leyenda: una de las mentes más privilegiadas de varias generaciones, concentrado en hacer cada día mejor y más música.
Generoso al igual que la alta concentración de vida que hay en su música, acepta abordar en entrevista algo que le importa mucho: su práctica del budismo, tema delicado, si se toma en cuenta que muchas personas creen que se trata de una religión y no una forma de vida, que ha conducido a sus pares, John Cage y Karlheinz Stockhausen, por ejemplo, a contribuir al mejoramiento de la humanidad, aplicando tales enseñanzas en su práctica musical.
Es el tema precisamente de esta plática.
Lenguaje no oral
–¿De qué manera el trabajo espiritual que usted realiza influye en su capacidad de transmitir el misterio de la vida a través de su música?
–Para expresar nuestros sentimientos solemos recurrir al lenguaje oral o escrito. Hay que tener en cuenta que la música es igualmente un lenguaje pero, a diferencia de los idiomas, no posee variantes atribuibles a lenguas nativas. Es un lenguaje no oral, que atraviesa a las culturas para expresar sentimientos en estado puro. Para lograrlo, el trabajo espiritual es definitivo, porque entonces se expresa todo con verdad.
–Karlheinz Stockhausen, de hecho, inventó la música intuitiva a partir de su práctica de meditación budista haciendo música, al igual que John Cage. ¿También es su caso? ¿La música es una forma de meditación?
–Sí… La respuesta es sí. Si tardé en emitir mi respuesta, mi larga cavilación fue porque me concentré en encontrar el foco que me permitiera conectar en este momento, como cuando hago música, mi mente con mi espíritu y mi cuerpo.
“La intensidad que se logra al hacer música no es resultado de un acto mecánico, como conducir un auto, por ejemplo. Cuando haces música pones tu vida entera en un momento: todas tus vivencias, emociones, experiencias se suceden en sólo un instante, que evoluciona en el tiempo. Eso es la música.
Además, si la música es la carrera que has elegido, si es el trabajo que haces como oficio, entonces puedes hacer meditación mientras construyes sonidos: música.
–¿Mejores personas hacen mejor música, así como mejores personas hacen mejores escuchas?
–La música afecta al escucha de manera tal que no solamente reciben una inspiración, sino que los hace sentir mejor respecto de su propia vida, en plenitud. Los ayuda a valorar la belleza que hay en toda persona. Eso tiene como condición hacer siempre acciones positivas y poseer una conducta ética permanente. Es de esa manera como la música pone de relieve las cualidades positivas de las personas. Eso, en cuanto al escucha. En cuanto al músico, el simple hecho de que hagas música no te convierte en automático en buena persona.
“Encuentro, por ejemplo, muchos casos en que los músicos se convierten en personas arrogantes, se la creen mucho porque se nombran a sí mismos artistas, pero en realidad la palabra que les corresponde es ‘diva’, en su connotación negativa. En muchos casos, claro, se trata de simple inseguridad en sí mismos.
La naturaleza de la práctica del budismo, que sostiene que cada uno de nosotros somos un Buda en potencia; indica que la más alta categoría de la vida es precisamente la vida misma, en cualquier parte del universo. Entre los muchos hallazgos que he realizado en mi práctica del budismo, desde hace unos 13 años, es que, cierto, soy músico, pero que eso no me separa de las personas comunes y corrientes, de manera que mi hija no me ve como músico, sino como su padre, y para mi mujer soy su esposo.
Camino a la compasión
“Y sucede que también hago música. Esposo, padre, músico, vecino, ciudadano, las muchas maneras como me relaciono con el mundo exterior me hacen persona, ser viviente. Cuando cobras conciencia de esto tan simple todas las barreras se derrumban. El budismo ayuda a las personas a observarse como seres vivientes y crecer, evolucionar. Proporciona un camino para realizar acciones positivas siempre, como el respeto a los demás y sobre todo la compasión, que significa amor incondicional con todos los seres vivientes y eso determina nuestra conducta y la manera como nos relacionamos con el resto del mundo; en mi caso todo eso lo enfoco, lo conecto con mi ejercicio musical. Eso tengo en mi mente y en mi espíritu cuando hago música.
Todo eso me ha llevado a convencerme de que la música, al igual que la vida misma, consiste en un proceso de crecimiento, de aprendizaje y de evolución. Es por eso que hace muchos años, quizá 13, he dejado de pensar y preocuparme por los aspectos técnicos de la música, para concentrarme en el crecimiento, en la evolución, en lo que verdaderamente es importante. Lo que sigue es aplicar ese dominio del lenguaje, de los procedimientos técnicos, para lograr, realmente, plasmar en un instante el misterio completo de la vida misma. Ese es mi propósito fundamental como músico, es decir, como persona.