PRI… un triunfo esperado

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Y se hicieron realidad los pronósticos políticos, las elecciones en Chihuahua se han efectuado y el PRI confirmó su supremacía sobre los demás partidos en las preferencias de electorado, al ganar 18 distritos electorales, 52 sindicaturas, y 52 municipios –entre ellos Chihuahua, Juárez, Camargo, Jiménez e Hidalgo del Parral-. Desde meses atrás estaba cantado el triunfo tricolor, que además de basarse en el fortalecimiento y reorganización interna de ese partido es reflejo del buen desempeño de sus gobernantes -como ejemplos claros se tienen los del presidente de México, Enrique Peña Nieto y el gobernador de Chihuahua, César Duarte Jáquez-. Un triunfo inobjetable y contundente, pues, como resultado de una cohesionada y bien dirigida estrategia que el priísmo, con absoluta disciplina e institucionalidad, supo desarrollar desde el momento de la selección de sus candidatos hasta la manifestación de la voluntad ciudadana formalizada el día de la jornada electoral, ponderando siempre el irrenunciable principio de respeto tanto a los demás partidos y candidatos como hacia los electores.

 

Independientemente de que el éxito electoral obtenido por los candidatos priístas obebece en buena medida a la evidente consolidación del PRI y a la aprobación popular hacia las gestiones del presidente Peña Nieto, del gobernador Duarte, de los alcaldes Marco Quezada, de Chihuahua; Héctor Murguía, de Juárez; y del resto de los presidentes municipales tricolores -así como de los legisladores federales y locales emanados del PRI-, en este crucial momento no puede pasar desapercibida la grave crisis política que afecta al PAN, mismo que a pesar de su marcada inferioridad respecto al PRI en materia de experiencia, estructura territorial, padrón de militancia, capacidad logística, arraigo popular y votos obtenidos, es su más cercano competidor en el estado.

 

La realidad actual es que al dejar Felipe Calderón la Presidencia de la República el PAN quedó sumido en una pésima etapa caracterizada por el desaseo, la ambición, las traiciones y la ausencia de liderazgo, que no hace sino dejar al descubierto la debilidad ocasionada al albiazul por el exacerbado intervencionismo que sobre la vida interna de este ejerció Calderón durante su mandato, pues ahora –una vez extinta la férrea y antidemocrática línea de mando que a lo largo de seis años se impuso desde Los Pinos- la orfandad política, la ausencia de mística, la carencia de rumbo y la avaricia en las que se debaten los principales dirigentes y actores albiazules, aparecen como las perjudiciales secuelas que a su paso dejó el calderonismo, en detrimento de un partido que se sitúa al borde de la muerte por estar ayuno de ética política, convicción y liderazgo.

 

Así, mientras el PAN es víctima de la incapacidad que impide a sus miembros ver hacia adelante y dejar atrás la nociva herencia que le dejó el pasado inmediato, el PRI confirma, mediante el favorable resultado electoral alcanzado el 7 de Julio de 2013, que continúa consolidándose, no por circunstancia coyuntural, sino debido a su eficaz reorganización interior, a la lealtad de su militancia, al eficiente trabajo de sus servidores públicos, y a la confianza de un electorado que ha refrendado su esperanza en el tricolor porque ve en él a la institución política capaz de transformar y mover a Chihuahua y a México para colocarlos en los estadios de progreso y bienestar que los mexicanos merecemos.

 

 

Comentarios o sugerencias: carlosjaramillovela@yahoo.com.mx

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