No he pintado ni una gorda en mi vida, dice Fernando Botero

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“La importancia de un artista está casi en la misma proporción que estar en desacuerdo”, afirmó al presentar Fernando Botero: una celebración, la retrospectiva más amplia de su obra, con la reunión en el Palacio de Bellas Artes de un total de 177 piezas, entre óleo, acuarela, dibujo y escultura.

“La verdad es que debo mi popularidad, porque dicen: Botero, el pintor de las gordas. No me molesta, pero he explicado mil veces que no se trata de ser delgado o gordo. Mi interés es por el volumen y las formas sensuales. No he pintado ni una gorda en mi vida.”

La exposición se presenta como un homenaje con motivo de sus 80 años que cumplirá el próximo 19 de abril, así como reconocer seis décadas de producción plástica con la muestra que se inaugurará este viernes y podrá admirarse hasta el 24 de junio.

Se trata de un recorrido por las etapas más representativas y temas significativos de Botero, desde las primeras obras que datan de los años 40 del siglo pasado hasta creaciones de 2010.

La muestra reúne 161 óleos, acuarelas y dibujos, 11 esculturas de bronce en mediano formato y cinco monumentales instaladas en la explanada del Palacio de Bellas Artes, donde los transeúntes se agolpan asombrados y deseosos de fotos, ante el contraste del bronce negro en el blanco resplandeciente del mármol.

Tras visitar Europa cuando era joven, narró ayer en Bellas Artes, Fernando Botero descubrió las fuentes de que se nutrieron los mexicanos en la pintura de Italia, “entonces surgió una mezcla de la lección mexicana con la italiana. Estos últimos inventaron una cosa importantísima, que es dar la ilusión en una superficie plana de que hay un volumen y un espacio, una revolución profunda”.

Agregó: “en la pintura siempre hay la exaltación de un aspecto. En Vincent van Gogh y Henri Matisse es la del color. En mi caso, yo me obsesioné con el volumen. Todas esa influencias han nutrido mi trabajo en tanto tiempo, son casi 65 años, mi producción es muy grande porque soy un trabajador incansable”.

Autor de cinco cuentos

 

El recorrido por la obra del artista colombiano realizada en casi 65 años estará complementada por un catálogo que revela al Botero escritor, ya que incluye cinco cuentos de su autoría, producto de permanecer un mes en cama a causa de una gripe: “como no puedo estar sin trabajar, comencé a escribir y son mis obras completas. Me pareció divertido en ese momento, pero no he vuelto a escribir. Soy pintor, pintor”.

La publicación incluye la reproducción de las obras, una biografía y ensayos de Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Jaime Moreno Villarreal y Juan Gustavo Cobo Borda.

Diez módulos temáticos dividen la retrospectiva, explicó Lina Botero, hija del pintor y encargada de la curaduría de la muestra. Comienza con los tres primeros óleos que exhibió en un salón en Bogotá, en 1949, cuando tenía 17 años.

“Debo decir que nunca tuve necesidad de disciplina para tra-bajar, siempre lo hice por el infinito placer que tengo pintando o haciendo esculturas. He sido muy afortunado porque la fuente del placer en la vida ha sido mi trabajo.”

Además de la producción temprana de un artista en formación, donde ya se intuye el interés por el volumen y las formas, aparece después el arte latinoamericano, con cuadros de la Colombia de la infancia y los recuerdos, siguen el arte sacro, el dibujo y la técnica mixta, la escultura, la fiesta brava y la naturaleza muerta.

Botero también es reconocido por las versiones de obras de otros grandes pintores. Al respecto, dijo: “más que un homenaje, se trata de demostrar cómo a través de un estilo se puede uno apoderar de una obra maestra de la pintura y se vuelve una obra original.

“En la historia de la pintura se han pintado las mismas cosas, pero en forma distinta. Eso es lo central, tener un estilo que sea distinto, una versión fresca, diferente, reconocible. Eso es lo más difícil de la pintura, lograr esa personalidad y que sea reconocible inmediatamente. La pintura y la escultura son siempre lo mismo, pero distinto.”

Su conexión con México, país al que viaja un mes al año y lo primero que hace es visitar el Museo Nacional de Antropología, fue el origen de la serie El circo, inspirada en la poesía y colorido de un circo pobre que visitó en Zihuatanejo. Esa misma conexión con el país en el que vivió en los años 50, en la colonia Del Valle, es la que lo invitó ahora a presentar su retrospectiva más amplia, la quinta que realiza en nuestro país.

“El mundo está lleno de injusticia, uno pasaría la vida haciendo declaraciones en contra”, expresó el pintor de Medellín al ser cuestionado sobre la polémica serie dedicada a la cárcel Abu Ghraib, en Irak, la cual, dijo, nació de “un chispazo de rabia”, colección que Botero donó a la Universidad de California, la que prestó las obras para su exhibición en México, ahora amplia, generosa, como su creación.

Sin embargo, afirmó que el oficio del pintor no es permanentemente mostrar esa injusticia. “A veces hay cosas tan impresentables como la tortura o como la violencia que ha habido en mi país y uno hace una obra. Pero digamos que el oficio del pintor es pintar bien. Entonces, la cultura de un país se enriquece con el aporte artístico”.

 

Las esculturas en bronce surgieron de su interés por traducir la pasión por el volumen a la tridimensionalidad, que empezó a realizar desde los años 70. Esa vertiente está representada por 11 esculturas en formato mediano dentro del Palacio de Bellas Artes y cinco obras monumentales en la explanada exterior, con la invitación a tocarlas, así como ocurrió con la primera exposición en los Campos Elíseos, en París, donde las multitudes son cotidianas. “Yo siempre he creído en el arte masivo”.

Expresó su pensar al respecto: “no es el espectador quien tiene que ir al arte. Tocaban las esculturas y yo veía las caras de placer, porque en el fondo estaban reproduciendo lo que hace el escultor al acariciar el barro. Yo digo: toquen las esculturas”.

Y la invitación está hecha: “mi pintura no necesita un profesor al lado que explique, la pintura habla por sí sola. Es mejor que el arte hable directamente”.

La Jornada

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