Habiendo radicado en Hollywood, entra en contacto con el medio cinematográfico y al regresar a México hizo algunos papeles como actor; fue asistente de director durante 12 años (en Naná, de José Gorostiza, entre otras) y debutó finalmente como realizador de Noches de ronda y Tormenta en la cumbre (1943) así como La Barraca, película basada en la novela epónima de Vicente Blasco Ibáñez que llegó a tener el récord de ser la película más premiada en la historia del cine mexicano (11 arieles). Dirigió además películas en Argentina, España y EUA. Contó en su haber más de 50 cintas con algunos melodramas de poco valor pero con excelente fotografía, entre muchas otras películas fue realizador de las que se anotan: La barraca (director y guionista, 1944), La otra (1946), La diosa arrodillada (director y guionista, 1947), Rosaura Castro (director y guionista, 1950), En la palma de tu mano (director y guionista, 1950), La noche avanza (director y guionista, 1951), Macario (director y guionista, 1959, basada en la obra literaria de Bruno Traven) y El gallo de oro, sobre un texto de Juan Rulfo, adaptado para el cine por Gabriel García Márquez y Carlos Fuentes (de El gallo de oro fue director y guionista, 1964). Otras de sus películas, fueron: El niño y la niebla (1953), El rebozo de Soledad (basada en la novela michoacana de Xavier López Ferrer), Bajos fondos, Sombra verde, La escondida, La rosa blanca (prohibida durante muchos años por intereses políticos), Don Quijote cabalga de nuevo (1972), La playa vacía y La madrastra. Dirigió para Walt Disney El pequeño proscrito (1952-53), cinta premiada en Vichy, Francia. En 1945 se hizo merecedor al Premio de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de México.
Fuerte, duro, seco, autoritario… es como muchos técnicos y actores que con él trabajaron recuerdan a Roberto Gavaldón, al que bautizaron como El Ogro, pero de quien reconocen que por su gran calidad y dedicación, “soportar” su carácter era un precio que valía la pena pagar. Eclipsado por la fama y temáticas abordadas por sus contemporáneos, con el paso de los años la obra de Gavaldón ha sido revalorada, y como citara Jorge Almazán: “(Roberto Gavaldón) representa uno de los casos más extraordinarios de apreciación ambivalente que haya registrado la historia del cine mexicano. Sus admiradores destacan la refinada calidad de sus imágenes, su impecable manejo de la cámara, y su inclinación hacia temáticas oscuras y personajes atormentados.
Ya retirado del cine, en 1986 la Cineteca Nacional le otorgó a Gavaldón la medalla Salvador Toscano al Mérito Cinematográfico. Sin el pleno reconocimiento oficial de su estado natal, Roberto Gavaldón Leyva murió en la ciudad de México el 4 de septiembre de 1986.
Por Mariano Salcedo