En fechas próximas México será sede de la reunión, a nivel de jefes de estado y de gobierno, del ¿G-20?, el grupo de las 20 principales economías del mundo encargadas de coordinar políticas para enfrentar problemas económicos y financieros que afecten a la economía internacional.
Y será importante luchar contra la tentación de aprovechar ?una vez más– la pista internacional para promover mensajes con tinte electoral, a juicio de algunos, como hizo nuestro presidente, hace dos semanas, en una reunión en Washington, D.C., la capital de los Estados Unidos de Norteamérica.
Comentamos esto porque las cosas en México no están bien. Siguen muy altos los indicadores que reflejan el impacto negativo de la crisis económica mundial, de desempleo, subempleo y pobreza, y deprimidas las cifras de generación de empleos en el mercado laboral formal, que es el que siempre ha sido la referencia obligada para medir de la salud social en nuestra economía; no así la del mercado informal.
Hay, pues, demasiados indicios de que a la crisis económica mundial le falta todavía buen rato para desaparecer –del contexto mexicano– ya que hay segmentos importantes de la población pasando momentos difíciles. Por tanto, las autoridades gubernamentales deberían estar ideando medidas económicas y sociales de apremio para salvaguardar, con políticas públicas, a la inmensa población afectada en nuestro país.
El índice de morosidad (IMOR) promedio de la cartera de vivienda de la banca comercial mexicana pasó de 3.51 por ciento en febrero 2011 a 20% en el mismo mes de 2012, según lo reportó la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV).
Sobresalen los casos de las carteras de vivienda de los dos bancos comerciales más grandes del sistema bancario: Banamex y Bancomer, que en 12 meses incrementaron de manera más importante el número de créditos vencidos, mismos que experimentaron los más fuertes aumentos en su cartera de vivienda vencida, por la falta de empleo bien remunerado, como principal factor, y por los problemas de seguridad que se vive en el país, los cuales están enfocados en la zona norte de México, como segundo factor.
Otro indicador de la situación de la economía mexicana es el magro crecimiento del empleo en el mercado formal, que es el que paga mejores sueldos y protege con seguridad social a los trabajadores, en contraste con el mercado informal que paga muy poco, y no da certidumbre ni protección social.
Por otra parte, un estudio reciente del Banco Mundial advirtió que la penetración bancaria en México –que mide la participación del crédito bancario respecto del PIB– es de 20 por ciento, cuando debería ser el doble por el tamaño de la economía mexicana. Según dicho banco, México ocupa en Latino América el penúltimo lugar en penetración bancaria.
Y en esas condiciones estamos muy expuestos al contagio que pueda venir de nuevo del exterior: de Europa en plena crisis recesiva, o de los Estados Unidos, que acaba de aplicar medidas fiscales restrictivas, en el afán de reducir el riesgo de su actual desequilibrio presupuestal, como proporción de su producto interno bruto. . . una medicina financiera restrictiva, muy parecida a la que están aplicando algunos de los países europeos.
(*) Presidente de El Colegio Nacional de Economistas