Por: Jesús Alberto Cano Vélez
Comentábamos en la columna de la semana pasada, que el sistema bancario, mexicano, como un todo, provee insuficiente financiamiento a los sectores productivos del país, en comparación con lo que hacen sus similares en los demás países latinoamericanos y del mundo, y con lo que había antes en México.
México necesita una banca con mayor compromiso con las necesidades del país y más colocación de créditos en las actividades de los sectores productivos, en los que existe capacidad instalada para apoyar la reactivación de la economía, y gran sed de financiamiento.
La banca comercial coloca los créditos preponderantemente de entidades extranjeras particulares: de España, Estados Unidos, Canadá y Reino Unido. Ahí, lo que se requiere es prudente convencimiento de las autoridades y políticas públicas de apoyo, que promuevan y hagan redituable mayores financiamientos.
Donde se puede hacer mucho en materia de promoción y convencimiento es con la Banca de Desarrollo (BdD). Para empezar, hay que regresarles su cercanía a los demandantes de crédito y visibilidad ante ellos, para que puedan promover sus servicios directamente.
México fue pionero en la creación de dichas instituciones, incluyendo los fideicomisos financieros de fomento, del sector público. El éxito de la BdD estaba fincado en que, además de crédito, daban asistencia técnica, muy necesitada considerando la composición de su potencial clientela, especialmente en el campo. Lamentablemente malos manejos, muchos años de altas inflaciones, y falta de transparencia la condenaron prácticamente a su extinción.
Hoy se intenta que vuelva a estar presente, pero hay importantes diferencias de opinión respecto a cómo deba operar. Con respecto a su cercanía y su accesibilidad para los potenciales acreditados, es altamente recomendable que opere de nuevo desde el “primer piso”, o sea de sucursales propias, como antes. Actualmente, salvo por BANOBRAS, el resto de la banca de desarrollo opera solo con la intermediación de la banca comercial, que se aprovecha de los recursos y programas de la BdD, y los coloca.
Por su parte, Nacional Financiera, creada para el sector industrial, hoy opera preponderantemente a través de la banca comercial, con grandes operaciones de factoraje, que solo agiliza cobranza en el corto plazo. También da garantías para que la banca comercial reduzca sus riesgos crediticios. Por lo tanto, ya no intermedia grandes empresas industriales en sectores clave, como antes.
Luego está BANOBRAS, el único BdD en el “primer piso”. Fue creado para apoyar a los Estados y Municipios, y es lo que ahora no hace. Tampoco hace coordinación a nivel regional; porque son los bancos comerciales los que prestan a esas instancias gubernamentales, lo que ha llevado a endeudamientos inconvenientemente elevados en algunos municipios y entidades federativas.
Para el campo mexicano, el Banco Nacional de Crédito Rural, (BANRURAL) ya no existe. En su lugar ahora opera la Financiera Rural, mucho más pequeña, que no es Banco sino una agencia con sus propias limitantes para fondearse, con menos oferta de productos y servicios y con poca clientela del inmenso segmento pobre del campo mexicano, que es el que más la necesita. En ese sector productivo opera también el FIRA, fideicomiso del Banco de México. Desafortunadamente ambas instituciones llegan a tener situaciones de competencia poco sana.
Está pendiente una acción gubernamental de fondo para reestructurar a la BdD y asignar segmentos de mercado en sus instrumentos, para hacerlos una vez más elementos clave para el desarrollo de México.
Finalmente, existe una situación rara en dos de esas instituciones: NAFINSA y el BANCOMEXT. Son entidades totalmente distintas, pero comparten al mismo director general. Ninguna de las dos atiende lo de antes, proyectos de desarrollo de largo alcance. Existen proyectos de reforma para ambos y será, sin duda, asignatura pendiente para el nuevo gobierno.
(*) Presidente electo del Colegio Nacional de Economistas, Federación de Colegios de Economistas, A.C.