El barco que transporta la campaña de Josefina parece que se mantiene a flote gracias a que tiene poco peso, pero todo indica que va a encallar antes de llegar a puerto seguro.
Increíble pero cierto, el navío que condujera Calderón hace seis años, repleto de marineros de élite, con un sólo capitán y pocos oficiales, en aquellos días del 2006, alcanzó, metafóricamente, Ítaca, el puerto de Odiseo, de la obra de Homero. Esta reseña era frecuentemente utilizada por el ahora presidente saliente, para ilustrar la valentía y el éxito de esa travesía.
Hoy, esa misma embarcación está a punto de encallar, en el mejor de los casos; peor aún, puede repetir una historia de hace 100 años, es decir, hundirse. A diferencia del Titanic que era nuevo, el buque de Josefina zarpó sin haber recibido el mantenimiento adecuado, con tripulación de primera clase y unos cuantos marineros.
Hace días que 4 naves levaron anclas, soltaron marras, se alejaron de los muelles e iniciaron la travesía hacia Ítaca: Sin embargo, “La jefa” no avanza a la velocidad necesaria, porque los caballos de sus motores están atascados y no tienen ingenieros en el cuarto de máquinas que les den mantenimiento. Navegan a muchos más nudos cualquier galeón o hasta el buque-escuela Cuauhtémoc, que el otrora navío poderoso de 2006.
Para colmo de males parece que gran parte de la tripulación abandonó el barco hace buen rato, y muchos de ellos transbordaron a veleros más veloces. La capitana no se ha dado cuenta que gran parte de la tripulación ha abandonado el barco, de hecho, ya no quedan botes ni salvavidas, porque muchos de ellos prefieren salvarse antes que ser víctimas de la tragedia.
A “La Jefa” no se le asoman las estrellas que iluminan el firmamento y el faro que orienta a los navegantes no se lo ve por ningún lado. El buque parece casco fantasma porque apenas si hay la que medio controla el timón, que no el puente de mando; no hay experto que atienda los radares, o de perdida un vigía con binoculares. Para no variar, en el puerto no existe el que le informe de la ruta de navegación, y en los astilleros están ocupados en la construcción de naves más ligeras, pero seguras.
La travesía no ha cumplido siquiera el 50% del trayecto y todavía faltan por enfrentar las heladas aguas del norte, sortear las tempestades del golfo de México, y si aún no zozobra, navegar las turbulencias del mar rojo.
El panorama pinta realmente feo, no se ve cómo el navío de “La Jefa” vaya a revolucionar los motores, sin el riesgo de reventarlos. El puntero cual yate ruso lleno de lujos y armado hasta los dientes, ya no se visualiza ni en radar, mucho menos desde la proa; y, el cayuco con remeros chontales ya lo tiene prácticamente a babor.
Salvo un milagro vikingo, “La Jefa” se encamina a hundirse, si no, a encallar y adornar como coral multicolor los arrecifes del litoral mexicano.
P.D. La necedad es concubina de la arrogancia, amante de la soberbia y cónyuge de la cerrazón.
Twitter: @manuelnarvaez65