A lo largo de la historia se ha corroborado su gran capacidad de conmover el alma humana. Es, sin duda, una de las “más viables esperanzas y posibilidades de solución” que tiene el mundo en estos momentos tan críticos y difíciles que vivimos, sostiene.
“Donde hay problemas es donde más se necesita de la cultura. Por ejemplo, llegó un momento en la Unión Soviética –cuando estaba a punto de desaparecer– en que no teníamos nada, ni para comer, pero teníamos ballet, al Teatro Bolshoi y al Mariinsky; eso reconfortó mucho. ¿Por qué no hacer algo similar en México?”
Mikahil Kaniskin se encuentra en México para participar en la gala homenaje que el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CNCA) brindará esta noche en el Palacio de Bellas Artes a su esposa, la bailarina mexicana Elisa Carrillo Cabrera.
A 12 años haber comenzado su carrera profesional en Europa, Elisa Carrillo se convirtió en julio de 2011 en la primera intérprete nacional en alcanzar el rango de primera bailarina en una de las más importantes compañías de ballet del mundo: la Ópera de Berlín.
De acuerdo con el bailarín ruso, quien amablemente acepta charlar con La Jornada al término de su ensayo, el hecho de que las localidades para dicha función se agotaran en una semana demuestra el interés y la receptividad que el pueblo mexicano tiene para el arte y la cultura, lo cual contrasta con la imagen negativa que existe del país en el extranjero.
“Actualmente se escuchan de México sólo temas de violencia, narcotráfico, mariguana, los problemas en la frontera con Estados Unidos, y rara vez se habla de las culturas maya y azteca, de Frida Kahlo”, indica.
“Por eso es muy importante que se haya escogido a Elisa (en 2010) como embajadora cultural de México, porque ella da la cara de otra realidad y lo mucho bueno que este país tiene por ofrecer.”
El encuentro entre Elisa Carrillo y el bailarín ruso ocurrió cuando ambos eran integrantes del Stturgart Ballet. No fue amor a primera vista, narra él, sino que pasaron dos años para que naciera “un sentimiento de esos que no pueden gobernarse y de los que se está seguro serán para toda la vida”. Actualmente tienen casi cinco años de casados.
Fuego en el corazón
Compaginar la vida personal y laboral no ha sido sencillo para esta pareja de artistas: “No hay muchos amores que sobrevivan en el mundo del ballet, porque siempre pelean. Eso nos ocurrió al principio, porque hay fuego en su corazón y también en el mío. Fue difícil, pero hemos logrado avanzar con el paso del tiempo, a base de amor, trabajo, pero sobre todo de comunicación”.
En opinión de Kaniskin, Elisa Carrillo “es una bailarina excepcional, pero también una gran artista. Eso es lo que cuenta, porque muchos pueden dar saltos o hacer giros y evoluciones espectaculares, casi sobrehumanos, pero eso es gimnasia; existe una enorme diferencia entre eso y el arte. Lo que nosotros buscamos es hacer arte, no nada más sorprender”.
Ni gimnasia ni acrobacia
La define como una persona muy humana, amable y carismática dentro y fuera del escenario, entregada con su disciplina y su trabajo, que siempre persevera en su búsqueda de la perfección, abierta a escuchar y reconocer errores para corregirlos, pues sabe que un artista no es una máquina.
“Lo más importante es que yo creo en ella como ella lo hace en mí. Por eso estamos juntos, por eso estamos donde estamos y por eso espero que podamos seguir nuestro camino siempre hacia arriba”, comenta.
“Nunca está conforme ni es complaciente. Sabe que en esta vida quien cree que ya llegó se enfila hacia la decadencia, y eso es algo de lo que huimos. Por eso ella se ha ganado la admiración y el respeto de muchos bailarines y de varias compañías. Además, le interesa mucho dar la cara por México y trata de retribuir al país todo lo que ha obtenido de él”.
A decir del bailarín eslavo, la edad ideal de un ejecutante en el ballet es entre 30 y 40 años, aunque sostiene que lo más importante es lo que el artista hace con su vida después.
“Uno no puede saltar tanto, hacer giros espectaculares para siempre. Hay muchos bailarines acróbatas, pero cuando su capacidad física ya no les da para ello, ¿qué les queda? Nada”, apunta.
“Hay que ver el caso de Vladimir Malakhov –quien también participará en la gala–; toda su vida bailó, flotó, lo mismo que Baryshnikov y Nureyev, pero ellos son artistas y su carrera es más que eso.”
Es el caso de Alicia Alonso, que camina con dificultad, pero “cuando sale al escenario se crea una magia singular, un magnetismo difícil de describir.
“Sólo un artista es capaz de lograr eso. Los artistas viven por siempre, mientras los atletas se olvidan muy rápido. Cuando un bailarín hace bien su trabajo, el alma del público ya no es la misma, sin importar si es de China, Japón, Sudáfrica, Rusia, Alemania o México.”
Toda persona puede sentir lo singular y lo sublime del arte, incluso sin ser un especialista, tener la capacidad de distinguir entre un bailarín y un gimnasta, remarca Mikahil Kaniskin para concluir la conversación.
“No hablo mal de nadie, pero ésa es la razón por la que existen muy pocas estrellas en el ballet. Espero que a esa constelación se sume muy pronto una bailarina mexicana: Elisa Carrillo Cabrera.”
Periódico La Jornada