Es un sentir cotidiano de que nos quejamos de los problemas y crisis recurrentes por lo que atraviesa la nación, nuestro estado, nuestra ciudad, nuestro pueblo, nuestra familia, nuestra individualidad. Pero esos quejidos a nada conducen si no apelamos a la búsqueda de respuestas y de soluciones para las mismas. Y ese ejercicio, [si nos atrevemos a plantearlo] de desafiante búsqueda, necesariamente deberá pasar por la toma creciente de consciencia.
Y esa consciencia, debemos decirlo, deviene de la meditación, del pensar; del pensarnos en nuestra individualidad y en nuestra composición colectiva como sociedad.
Y será este ejercicio de reflexión [el cual debería ser común a todos], al que nos referiremos ahora.
¿Cómo resolver nuestras miserias, nuestras crisis y problemas colectivos como sociedad, sin pensar sobre las causas que las originan? ¿Si en lo individual, nuestra vida está sometida al vaivén de las circunstancias, al incesante cambio, con mayor razón, un ente, un organismo, una sociedad integrada por individuos como lo es una nación, que se encuentra sometida a los acontecimientos que la afectan y amenazan constantemente en todo lo que tiene que ver con su vida, organización y esencia, en la que se sostiene como colectividad humana?
Es de esa envergadura la cuestión de pensar a México. Es tanto, infinitamente más complejo pensar a México que meditar sobre nuestra individualidad.
Bueno. Pensar a México, sobre su esencia, sobre sus orígenes, sobre su presente, sobre su propio camino como nación, tiene que ver necesariamente con los desafíos que se originan en los incesantes cambios a que se encuentra sometido en el presente y en el porvenir.
Para iniciar cualquier ejercicio de reflexión sobre México, resulta necesario efectuar un complejo ejercicio de aceptación y comprensión en cuanto al hecho social de que constituimos un colectivo de tribus pueblos y naciones que por voluntad propia nos organizamos como la nación mexicana.
Al efectuar ese ejercicio de pensarnos e imaginarnos, tiene que ver con varias cuestiones que debemos plantearnos para la toma de decisiones colectivas de todos nosotros, quienes lo integramos; de nuestra sociedad civil, de nuestras clases dirigentes, políticas, religiosas e intelectuales.
Y ese planteamiento, en su base tiene que ver con la consciencia de sí, de nuestro pasado ancestral. De nuestro nacimiento como nación independiente, de nuestras disputas históricas y de nuestra compleja realidad presente, para poder siquiera intentar un nuevo trato que implique una aceptación de los otros, que vienen a ser los pueblos nativos, en cuyas tradiciones podemos encontrar la base sabia de nuestra riqueza nacional, para de ahí partir.
Pero aceptar, también, ese aporte de sangre y espíritu de lo español que llevamos untado en la sangre y del hecho de que de esa mezcla nos hemos dado el origen de nuestra preponderante conformación mestiza, sin que ello implique hacer un lado lo indígena o lo hispánico, y sin dejar de lado la confluencia de otras razas en nuestra identidad nacional en formación e inacabada.
De eso se trata, de pensarnos, para resolver los nudos que atan la nación y que no la dejan evolucionar positivamente Y de la toma de conciencia nacional, en un ejerció de reflexión creativa y propositiva, cuyo ejercicio tendrá que pasar por plantearnos el ¿Cómo y qué camino seguir para evolucionar y poder prevalecer como nación?
El encontrar respuesta a esas cuestiones, necesariamente tendrán que tomarse en cuenta nuestra historia, en todas sus etapas, desde la ancestral hasta la contemporánea,
Y de esta manera, con ese bagaje, poder entender y comprender nuestro presente, para elegir el camino que necesitamos emprender, el rumbo que necesitamos fijar en nuestro espíritu. Y construir así, un destino nacional acorde a nuestros más preciados anhelos de armonía, paz y progreso de las y los mexicanos.
Debemos comprender que nuestro destino nacional tiene que pasar por las columnas de la conciencia; de ese necesario ejercicio que todos y cada uno de los mexicanos debemos realizar, para tratar de entendernos de manera creciente, profunda y constructiva. Y entender que ese conocernos, debe estar unido a un sentimiento que impulse la búsqueda de caminos de entendimiento y tolerancia hacia quienes piensan distinto, el cual desemboca necesariamente en aceptarnos, etnias, clases y culturas regionales, entre todas nuestras partes que lo integramos, para poder elegir o redefinir nuestro propio camino como nación.
Ahí estarán las respuestas que buscamos para dar rumbo y visión humanista a nuestra gran casa: México.
Continuaremos en este fundamental ejercicio de pensar a México, ojala sumemos voces en este sentido y nos acompañemos de manera creciente y solidaria en este sendero. Por lo que este tecleador respecta, aquí seguiremos hasta que la carne truene y la sangre aguante……