En 2008 robaron mansiones de celebridades como Paris Hilton y Lindsay Lohan; luego los capturaron
Me interesaba mostrar el impacto mediático de ciertos estilos de vida en una era escasa de valores familiares, explicó la cineasta en entrevista con La Jornada
Sofía Coppola regresa a Cannes con The Bling Ring, parábola sobre los excesos de una generación que ha crecido inmersa en tv realities, Twitter y Facebook, y con la obsesión de fama, moda y glamour.
Presentada el pasado jueves en la jornada inaugural de Una Cierta Mirada, el filme se basa en un hecho real. Hollywood, 2008: un grupo de adolescentes, cuatro chicas y un chico, durante 10 meses improvisaron una serie de robos en las mansiones de diversas celebridades, desde Paris Hilton a Orlando Bloom, pasando por Lindsay Lohan y Megan Fox, sin que estos se dieran cuenta. El botín: 3 millones de dólares.
Se infiltraban muy fácilmente en las fiestas de los ricos y famosos y sustraían joyas, ropa, zapatos y objetos valiosos. Con la ayuda de Google Maps, descubrir las direcciones y los accesos a estas mansiones durante su ausencia era pan comido. Robar con fulgor era para ellos un modo excitante de transcurrir las veladas, sobre todo de sentirse más cercanos y mimetizados en sus ídolos.
Fueron descubiertos gracias a las cámaras de seguridad en la residencia de la Lohan. Los medios de comunicación los bautizaron como The Bling Ring. Los adolescentes, compañeros de escuela de un barrio pudiente de Calabasas, terminaron condenados a varios años en prisión.
Propuestas interesantes
La hija del célebre Francis Ford Coppola, Sofía, también es transgresora. A sus 43 años es, por mérito propio, una de las cineastas más interesantes del cine estadunidense contemporáneo, capaz de entregas tan interesantes como Las vírgenes suicidas, Perdidos en Tokio y Somewhere. El arranque de The Bling Ring es muy intrigante y entretenido. Sin moralismos ni juicios. Es una pena que la cinta se agote pronto en su propia ingeniosidad.
–¿Se había interesado en esta historia antes de leer el artículo de Nancy Jo Sales, publicado en Vanity Fair?
–No particularmente. Pero apenas lo leí, me pareció estar viendo una película. Sus declaraciones me impactaron. Ellos parecían estar convencidos de que no habían hecho nada malo. Por el contrario, reflejaban su interés en la fama que les producirían estos robos. Me pareció que esta historia dice mucho sobre la actualidad, en particular sobre la cultura trash-pop y el uso de las redes sociales que se han convertido en años recientes en algo muy dominante. Esos jóvenes no sólo estaban obsesionados con la convicción de convertirse en famosos, sino que además creían que tenían el derecho de serlo. El típico producto de la cultura televisiva.
–Más allá del artículo periodístico, ¿qué otros elementos le sirvieron de apoyo para elaborar el guión?
–Leí las transcripciones de la periodista y los reportes policiales, y conversé con los verdaderos protagonistas. Mientras más descubría detalles, más me apasionaba. Traté de recordar cómo pensaba a esa edad y las cosas absurdas que se hacían en grupo sin medir las consecuencias. Observé a una de estas madres, inmersa en el new-age, en un reality show y basé su personalidad en ella.
–¿Qué opina sobre este comportamiento? ¿Lo juzga? ¿Es esta película una fábula sobre la moral?
–No. Es más bien una fábula sintomática de una generación que ha crecido y se ha nutrido del Internet y el reality show. Traté de mantener una relación empática con estos chicos, de no juzgarlos, de dejar al público la libertad de hacerse su propia opinión. Pero es evidente que los observo desde cierta distancia. Me interesaba sobre todo mostrar qué tan fuerte puede ser el impacto mediático de ciertos estilos de vida sobre una generación a la cual le faltan los valores familiares. Creo que existe una mezcla de sublimación y crítica en la película.
–Definitivamente, la influencia de los reality shows ha sido determinante para las nuevas generaciones…
–Estos jóvenes han crecido viendo y participando en estos programas televisivos, que han inculcado en el público la idea de que la privacidad no existe. Lastimosamente, esa es la norma. En el fondo, nos sucede a todos encontrarnos inmersos en los chismes de la farándula. Pero los jóvenes del Bling Ring llevaron esta hábito hasta sus consecuencias más extremas. Además vemos como Los Ángeles desempeña un papel fundamental en la cultura estadunidense. Esta historia no podría haber acontecido en otra parte del mundo. Estos jóvenes vivían muy cerca de estas celebridades.
–¿Por qué cambió los nombres de los personajes?
–Para evitar hacer publicidad al verdadero Bling Ring. No quería que se volvieran más conocidos. Era fascinante escucharlos contar su historia. Una chica quería a toda costa ver el perro de Paris Hilton.
Entusiasmo y frescura
–Además de la mansión de Hilton, ¿rodó en otras villas reales?
–No, la de Paris fue la única real. Para las otras, recreamos nuestra versión. Pero debo admitir que fue emocionante filmar en el lugar real y observar su mundo privado. Paris, además, hace un cameo en el filme. Su disponibilidad me sorprendió. Incluso confesó cuánto le apenó la noticia sobre el arresto de estos jóvenes.
–¿Por qué eligió mezclar a Emma Watson con los demás actores (Israel Broussard, Katie Chang, Claire Pfister y Georgia Rock), jóvenes sin experiencia?
–Me pareció que Emma sería perfecta para el papel de Nicki, descarada bailarina go-go y profesora de yoga. Me gusta siempre mostrar una faceta inédita de los más experimentados, a su vez me encanta trabajar con principiantes, pues están llenos de entusiasmo y frescura. Los hice convivir un tiempo juntos antes del rodaje para que se creara entre ellos una gran conexión, y que se perciba realmente como grupo. Y, ¡qué grupo!
La Jornada