En el acto la periodista Pilar del Río, viuda y traductora del Nobel portugués, manifestó: “Más que una novela, es una puerta de entrada”.
La novela “perdida” de Saramago, publicada por Alfaguara, se inicia con una advertencia: “En todas las almas, como en todas las casas, además de fachada, hay un interior escondido”. El autor utilizó una figura que le sirvió de soporte para la narración, pues el protagonista, encaramado a tragaluz en el techo de un edificio –la claraboya– era testigo y narrador de las miserias, los devaneos sexuales, la dominación y la mezquindad de unos vecinos atrapados en un universo aún más asfixiante, el de la dictadura de Antonio Salazar en Portugal.
Se trata de un texto que tras un sinfín de vicisitudes se ha convertido en un “libro perdido y hallado en el tiempo”. Claraboya fue en realidad la primera obra narrativa que empezó a escribir un joven Saramago. Era un proyecto complejo, con muchos personajes conviviendo en un espacio cerrado, con mucha ironía y situaciones de enredo, así que la escritura se fue postergando. De hecho, mientras tenía inconclusa la novela empezó y acabó la que se convirtió en su primera obra, Tierra de pecado (1947).
Vicisitudes de un libro
En 1953, José Saramago envió el manuscrito original de Claraboya a una editorial portuguesa, la cual nunca respondió, “quizá porque era un libro demasiado duro para la época, con familias marcadas por la envidia y el odio; hay también violaciones y amores lésbicos o situaciones difíciles de entender y de asumir en aquella época”, en la que la dictadura de Salazar y la Iglesia católica marcaban el paso de la moral pública, según explicó Del Río.
Además, el manuscrito nunca fue devuelto a su autor, quien entonces se ha había sumido en un profundo desánimo ante el rechazo a esa obra. A pesar de que tenía una parte del libro escrita a mano y otro manuscrito con un sinfín de anotaciones y correcciones, Saramago optó por guardarlo, olvidarlo y mantenerse en silencio. Así se mantuvo durante 30 años, entre decepcionado y viviendo su “travesía por el desierto”, hasta que en 1982 publicó Memorial del convento, libro que lo catapultó como escritor.
“Saramago era una persona que siempre miraba para adelante, nunca hacia atrás. De Claraboya no le gustaba hablar ni le importaba demasiado; lo único que dijo y que dejó escrito fue que nunca se publicara con él en vida y que quienes fuéramos sus depositarios decidiéramos qué hacer con ella. Y obviamente nosotros hemos decidido publicarla”, explicó su traductora.
Claraboya es el único libro que Saramago dedicó a su abuelo, Jerónimo Hilário, el mismo hombre que estuvo muy presente en su discurso de recepción del Nobel, en Estocolmo, en 1998, que comienza así: “El hombre más sabio que he conocido en toda mi vida no sabía leer ni escribir.
“En esa novela están ya todos los personajes de la obra de Saramago; el doctor de Ensayo sobre la ceguera, o sus conversaciones con Diderot, Fernando Pessoa, Shakespeare, Eça de Queirós, Beethoven, en un contexto de dictadura en una Lisboa mezquina, tacaña y cerrada”, explicó Del Río. “Es ante todo una novela transgresora. En el lenguaje y en sus historias”, añadió.
Saramago recuperó apenas en 1989 el manuscrito que envió a la editorial. Es decir, 35 años después. Fue un día que él, mientras se rasuraba, recibió una llamada de una editorial que no era la suya. La voz del otro lado del teléfono le explicó que en una “mudanza” se habían encontrado con el manuscrito original y que para ellos sería un honor publicarlo.
“Saramago les contestó que no era necesario que se lo mandaran, pues él mismo lo iba a recoger en persona en ese momento”, explicó su compañera y presidenta de la Fundación José Saramago. “Nunca lo releyó ni lo revisó, pero lo recordaba muy bien y estaba convencido de que tenía interés y estaba bien escrito.”
En Claraboya, como en la mayoría de los libros del escritor portugués, la música es la que marca la cadencia narrativa y, en algunos casos, se convierte en un personaje más. En este caso la figura de Beethoven es crucial, tanto por su composiciones como por su biografía y aquella máscara que vio con sus propios ojos cuando estaba escribiendo el libro y fue a visitar su casa natal. La misma máscara que compró 50 años después en una subasta y que Del Río mostró durante el acto, visiblemente emocionada y destacando la “coherencia” de Saramago.
Anuncian traducción al italiano
La editora de Alfaguara, Pilar Reyes, adelantó que publicarán algunas obras más de Saramago que no están en el catálogo en español, como Tierra de pecado y las piezas de teatro. Además, informó que la intención era publicar Alabardas, alabardas, espingardas, espingardas, las 40 páginas de la novela que dejó inconclusa. “Es interesante conocer lo que pensaba Saramago sobre las armas, mucho más en una época como la que estamos viviendo. Pero haremos esa publicación dentro de un proyecto más grande y hermoso, que va más allá de la literatura”, explicó Pilar del Río.
La periodista finalizó la rueda de prensa con la lectura de una hoja amarillenta, escrita hace más de 50 años de puño y letra de Saramago y que descubrió hace unos días. El mensaje estaba en la primera frase: “No dejemos que nuestros muertos mueran”.
Claraboya, que se distribuye en librerías de México, España y el resto de América Latina, también será traducida al italiano, cuya edición saldrá en un mes.
La Jornada