Por Adolfo Carrillo Aguirre.- Drama y tragedia humana es toda revolución armada.

Su lado luminoso, la afirmación de sí de un pueblo y las de sus caudillos que la impulsaron.

Y en esa su afirmación y justa razón de ser, también implicaba una negación, que va inmersa en esa rebelde actitud ideológica y programática, al no aceptar más su condición de explotación y opresión autoritaria.

Es una desgracia para todo pueblo, que tenga que usar la violencia y la efusión de sangre y dolor humano, como senda trágica, para cambiar su injusta condición y poder acceder así, a su liberación.

Las revoluciones, todas, son un choque de visiones encontradas, es la Lucha de praxis políticas divergentes, de personajes y clases sociales en conflicto. Son una reacción a las situaciones de inequidad en las relaciones económicas de un pueblo o nación; y obedece a las situaciones de injusticia social que privan en una sociedad. Las condiciones que la maduran, tienen que ver con circunstancias políticas y económicas internas, pero también externas [al menos para México y su llamada Revolución de 1910], toda vez que tiene una vecindad muy extensa y sui generéis [por no decir mucho al respecto] con la potencia de EUA; cuya nación se ha venido consolidando en sus acciones y visiones geopolíticas como un imperio, que ejerce e impone una política exterior de raiz colonialista y a cuya circunstancia no pudo sustraerse el México de la primer década del siglo 20. Es esa su vecindad con el imperio que la ha hecho muy vulnerable [más que cualesquiera otra nación]. Solo basta recordar y expresar la vox popular que describe esa compleja relación bilateral “Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de los EUA”. Frase terrible, que debe ser ampliada y corregida con mayores y profundos calificativos, mediante análisis reflexivos; y que por lo que hace este humilde tecleador, intentaremos realizar posteriormente, sobre sus implicaciones en el ayer y en el presente.

Si, EUA, tuvo mucho que ver con la caída del porfiriato en su vecino del sur; dada su pasividad e indiferencia, que pareciera deberse a que el régimen porfirista ya le era molesto, dada las actitudes independientes y de alianzas que ese régimen impulsaba con las potencias europeas. No podemos dejar de lado, que la geopolítica de EUA estaba en aquellos años [sigue estandolo en el presente] marcada por el ominoso signo de la intervención en los asuntos internos de México; y esa circunstancia, injusta y nefasta para México, estaba muy fresca en la memoria colectiva de aquellos tiempos y en el pensamiento de los lideres políticos de aquel México en rebeldía, la guerra con ellos de 1847, [donde se perdió la mitad del territorio conquistado por la potencia del norte]. Dicha herida, no se cierra del todo. Pero esa es otra profunda cuestión que dejaremos de largo. Por ahora.

Así pues, la revolución mexicana de 1910, fue un movimiento de rebeldía de un pueblo y de sus caudillos, quienes dijeron y pusieron por delante un “No”; esa expresión de la consciencia individual y de un pueblo digno: “Ya Basta, No más” signo expresivo del hartazgo al que se encontraban expuestos fundamentalmente los campesinos e indígenas de aquellos años dominados por el porfirismo. Sin duda, eran muchas las circunstancias de opresión política y económica a la que estaban sujetos.

Y fueron esas circunstancias nefastas de autoritarismo y opresión política-económica, las que abrirían la caja de pandora a todos las atrocidades que padecería el pueblo de México por casi una década y que dejo una estela de dolor; lucha fratricida y la muerte de más de un millón de hermanos mexicanos, enfrentados por su visiones e interés políticos u económicos. Un matadero, una guerra civil, la cual suele ser más acendrada y fiera, mayormente cruel y atroz, que aquellas entre naciones extrañas. Ese sería el altísimo precio en vidas, que tendría que pagar nuestra nación, por la falta de sensibilidad y del más elemental sentido de justicia para con las clases desposeídas, de parte del régimen porfirista, que se había sostenido por mas de 30 años con mano de hierro.

Para continuar, brevemente, con nuestros comentarios sobre la Revolución Mexicana, seguiremos el hilo conductor, teleológico, de los anhelos del pueblo plasmado en los planes y leyes que sostuvieron en el proceso del movimiento social en comento, así como del ideario particular de los caudillos que lo encabezaron, para entender y explicar, si aquel puede considerase como una revolución o un movimiento reformista.

Por ello. Sí vamos hablar de la revolución mexicana, tenemos que comentar primero qué es una revolución? Y qué es una reforma? En este sentido, qué es la llamada revolución mexicana iniciada en 1910, es lo uno u lo otro? Y los personajes que la encabezaron eran revolucionarios o reformadores? Qué se proponía el pueblo mexicano que se lanzo a la rebelión en aquellos principios de siglo 20. Y cuál era el pensamiento de los caudillos que la condujeron en las diversas etapas que la impulsaron?

Y bien, ya desatado el movimiento, cabe reflexionar si este puede considerase como revolucionario? Un movimiento lo es, cuando lo que propone y busca es un cambio de la totalidad de los modos de organización en las relaciones de producción, en la tenencia de la tierra, en las estructuras económicas y en la llamada superestructura del antiguo derecho que lo sostiene, por otras formas distintas, encarnado en la instauración de otro sistema jurídico, que derogue el antiguo régimen legal.

Entonces, puede sostenerse que la rebelión de las clases oprimidas que se inicio en 1910, desembocó en una revolución? Puede considerase que la llamada Revolución Mexicana lo fue del todo?

Veamos. Cabe destacar primero, que con el lema y el programa político económico del porfirismo de “Orden y progreso”, dicho régimen de opresión se mantuvo vigente por más de 30 años. Y ante esa situación de autoritarismo, de falta de democracia, Francisco I. Madero se lanzo a la lucha política, liderando un movimiento ciudadano que sostenía la necesidad de un cambio político mediante el lema “Sufragio Efectivo, No Reelección” primero y después, al cerrársele las puertas del acceso al poder por la vía democrática, lanzó el “Plan de San Luis”. Los meritos de ese caudillo revolucionario fueron muchos, lo más destacable, es el de haberse atrevido a tanto; el de haber pasado de la acción política, a la lucha armada, afirmando la necesidad [por la vía violenta] de la instauración de una verdadera democracia que permitiese elecciones libres. En ese contexto político, una nueva realidad y un nuevo destino para México vendrían a su encuentro, con las atrocidades que una lucha por las armas implica, generada por todos los bandos y sus protagonistas.

De esta manera, bajo los impulsos por afirmarse y ser de la manera que soñaban y anhelaba el pueblo y sus caudillos, México se daría un nuevo destino. Se había echado a caminar las pasiones políticas de un pueblo y de una clase política de oposición desdeñada y desplazada. A todos ellos los unían los agravios del régimen porfirista. Por ello, aquel antiguo régimen feudal, autoritario e injusto se derrumbaría por sus propias contradicciones internas en materia económica y política. Y tambien por circunstancias de política externa focalizada en la actitud política de los EUA, que implico la no intervención para ayudarlo y sostenerlo; derivado, [fundamentalmente], en las molestias que le habían ocasionado por su política tozuda y de no plegarse a los designios que le dictaban desde el gobierno del norte y sus coqueteos con las potencias europeas. Así, la suerte de México estaba ya echada…

Continuará

 

 

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