Según los conocedores de la temática económica internacional, el problema de recesión que se avecina a nivel mundial para los próximos meses y años es consecuencia no solo del desaseo financiero de los Estados Unidos de Norteamérica, sino también del desordenado manejo en que otros países desarrollados, principalmente europeos, han incurrido. Con la reciente e ineludible aprobación del techo de endeudamiento del gobierno norteamericano, otorgada por el congreso estadounidense, se desató una serie de malos presagios y tropiezos para la potencia mundial, entre los que figuran, en primera instancia, la inminente pérdida de la calificación crediticia AAA de esa nación, y la caída que el fenómeno provocó en las principales bolsas de valores del mundo.
La inveterada costumbre que durante décadas llevó a los norteamericanos a vivir de prestado y sin límites, llegó a un nivel sin precedentes, pues de no haberse aprobado las imprescindibles medidas de rescate financiero que los congresistas concedieron al presidente Barack Obama, el gigante de América habría tenido que declararse insolvente para cumplir sus compromisos mercantiles internacionales, lo que hubiera derivado en una desestabilización del movimiento económico mundial. Se quiera admitir o no, los Estados Unidos de Norteamérica se encuentran inmersos en lo que en términos coloquiales se conoce como quiebra, pues cuando la deuda de un país es equivalente al 98% de su Producto Interno Bruto, este se halla en bancarrota. De ese tamaño es el problema del pueblo estadounidense, cuya producción total anual ronda los 14.58 billones de dólares, mientras el gravamen de 14.29 billones que lleva a cuestas, no solo tiene prácticamente hipotecada a esa nación, sino que ha encendido focos rojos en el tablero financiero internacional, generando nerviosismo, incertidumbre y desconfianza, tanto hacia Washington como respecto al futuro panorama mundial.
Por ello, a partir del cisma financiero, los bonos del Tesoro Norteamericano perdieron el status que siempre tuvieron ante las fuertes economías e inversionistas del mundo, lo que ha empezado a originar la búsqueda de otras alternativas de refugio más seguras para el respaldo de los grandes capitales. De hecho, en los recientes días, el precio del oro se ha cotizado a niveles sin precedentes, debido en parte a la demanda por parte de algunos países que han comprado importantes cantidades del preciado metal, como estrategia de blindaje ante la pérdida de credibilidad de monedas tradicionalmente fuertes como el dólar y el euro. Precisamente México encabeza a nivel mundial la lista de estados compradores de oro en el año 2011, con 98 toneladas.
No obstante las medidas cautelares que nuestro país haya aplicado hasta ahora ante el complicado escenario generado por Estados Unidos, no será inmune a sus efectos. Sin duda, las exportaciones mexicanas hacia el vecino del norte habrán de sufrir un ajuste significativo en los siguientes años. Aunado a ello, vendrá un sensible endurecimiento de las políticas de control migratorio, y tal vez también se recorten las prestaciones sociales para los trabajadores latinos documentados. Todo esto se traducirá en mayor presión social y económica interna para México.
La presente coyuntura obligará al estado mexicano a dar pasos firmes y definitivos en la concreción de reformas torales para su viabilidad económica y social, principalmente las relativas a los rubros fiscal, energético y laboral. Además, nuestra nación necesariamente tendrá que buscar en Sudamérica, Europa y Asia mercados alternativos para la colocación de sus exportaciones. Para el gobierno de México es el momento de tomar decisiones, pues de no hacerlo ahora, se pondrán en riesgo el crecimiento y la estabilidad futuros, con el consecuente agravamiento de la ya de por sí compleja situación socioeconómica nacional.