Llamó la atención que la agencia estatal rusa Ria Novosti (9/5/11) haya publicado la estruendosa declaración del ministro de espionaje iraní, Heidar Moslehi (por cierto, recién reincorporado a sus funciones por el supremo líder ayatolá Jamenei, pese a su despido por el presidente Ahmadinejad, mermado en su poder por la jerarquía teocrática), de que Teherán poseía evidencia (¡súper sic!) de que Osama Bin Laden, el líder de Al Qaeda, había muerto de su padecimiento” (nefropatía) años atrás, lo cual recordamos en Bajo la Lupa (8/5/11).
Con todo el debido respeto a la verdad, cualquier versión externa al montaje hollywoodense de Estados Unidos (EU) es irrelevante frente al giro geoestratégico de Obama en el inicio de su reconciliación con los mil 600 millones de feligreses de los 57 países de la Organización de la Conferencia Islámica, que ostenta un PIB de 5 millones de millones de dólares (trillones, en anglosajón): el tercer lugar mundial detrás de China.
En China, Global Times (8/5/11) consagra un “reporte especial” sobre el controvertido homicidio de Bin Laden, cuyas inconsistencias no (con)vencen el escepticismo de la opinión pública mundial, a la que cuesta mucho trabajo mental digerir el enésimo montaje hollywoodense derivado del 11/9.
Para la exquisita coartada que “la enésima muerte teatral de Bin Laden ”brinda a Obama, lo que verdaderamente importa es la singular percepción de la opinión pública de EU y su catarsis colectiva –aunque sea muy salvaje para una nación civilizada (tanto peor si festejaron una virtual muerte atrasada 10 años).
Para el inconciente colectivo de Estados Unidos, que atraviesa una de sus peores crisis fundacionales, su “sublimación” sicoanalítica de júbilo homicida pasa por el entierro de la verdad.
Existen mentiras hasta cierto punto bien montadas, que suelen ser catárticas y hasta curativas, y en ese sentido no queda nada por discutir de que Bin Laden haya sido asesinado el primero de mayo por los heroicos marines en la operación Gerónimo (otro desprecio más a los indígenas universales y locales).
Que 77 por ciento de la opinión pública de Pakistán, ya no se diga el escepticismo global, no crea nada del montaje hollywoodense de Obama no altera en absoluto la consecuencia geoestratégica del homicidio de Bin Laden: el retiro decoroso de los 150 mil soldados estadunidenses de Afganistán-Pakistán y, sobre todo, el inicio de su reconciliación con el Islam (en particular con la “marca” tolerada de los Hermanos Musulmanes).
Lo sustancial sucedió cuatro días antes (¡súper sic!) en el equipo de seguridad nacional de Obama, cuando Leon Panetta, todavía director de la CIA, fue nombrado secretario del Pentágono en sustitución de Bob Gates (lo cual ya habíamos adelantado, ver Bajo la Lupa, 13/4/11), mientras el general David Petraeus, comandante del ejército en Afganistán-Pakistán, se hará cargo de la CIA en julio. Queda asentada la bidireccionalidad inextricable de la CIA y del Pentágono.
Una de las tareas fundamentales de Leon Panetta será recortar el excesivo gasto militar (que es el doble de lo proclamado), lo cual pasa por un masivo repliegue militar.
Más que espectaculares invasiones dispendiosas –que en otra fase promovían la “economía de guerra” del complejo militar industrial–, hoy, en la fase de grave crisis financiera y económica (deuda impagable y descomunal déficit fiscal) –que todavía no concluye, pese a los aparatosos rescates a la insolvente banca de Wall Street–, el Pentágono se inclina por quirúrgicas operaciones efectivistas e inmediatistas de bajo costo que llegan hasta el barbárico asesinato tecnológico de los adversarios (v.gr Saif Al Arab Khadafi, el hijo de Muamar, y Bin Laden, con un día de separación): las “operaciones de contingencia (sic) de ultramar” sustituyen las costosas “largas guerras” (como la fracasada “guerra contra el terrorismo global” de Baby Bush).
Más que el homicidio “oficial” de Bin Laden, Bob Gates, el saliente secretario del Pentágono, había aniquilado poco más de dos meses atrás (NYT, 25/2/11), ante la academia militar de West Point, tanto la debacle de “la guerra contra el terrorismo global” como las fallidas invasiones a Irak y Afganistán-Pakistán: “Cualquier secretario del Pentágono que aconseje al presidente enviar de nuevo (sic) un extenso ejército de tierra estadunidense a Asia, Medio Oriente o África deberá hacer examinar su cabeza (¡súper sic!)”.
Propuso que el ejército deberá “reconfigurar su presupuesto (¡súper sic!)”, ya que “los conflictos potenciales en Asia y el golfo Pérsico (sic) es más probable que sean librados con poder aéreo y marítimo en lugar de las fuerzas convencionales de tierra”.
Las permutaciones en el equipo de seguridad nacional de Obama en el Pentágono y la CIA, además del anuncio hollywoodense del asesinato de Bin Laden, real o montado (da igual, porque la ecuación no altera el resultado final), desemboca en un giro geoestratégico ineluctable.
Para Stratfor (2/5/11), centro de pensamiento texano-israelí de corte propagandístico y desinformativo (la antimateria de la “verdad”, que cumple otros propósitos bélicos y sicológicos), la extinción de Bin Laden permite “reorientar las prioridades de la política exterior de Estados Unidos”, ya que “con las tensiones en el golfo Pérsico, que crecen con el retiro de las tropas de Estados Unidos de Irak, el finiquito de la guerra de Afganistán libera críticamente las tropas estadunidenses para operaciones en otras partes (¡súper sic!)”.
Cuatro días antes de la apertura de la “tercera ronda del Diálogo estratégico y económico China-Estados Unidos” en Washington y cinco días después del asesinato de Bin Laden, el rotativo chino Global Times (5/5/11) se pregunta angustiosamente si “el próximo enemigo de Estados Unidos sería China”.
Global Times expone que “la desaparición de Osama Bin Laden ofrece a EU la oportunidad (sic) de declarar el fin de la guerra contra el terrorismo”, cuando “el ajuste estratégico de la política exterior estadunidense parece inevitable”. Lo preocupante deriva ahora de “los análisis que saturan los multimedia de Estados Unidos para manejar el ascenso de China” o, mejor dicho, iniciar la “confrontación con China”.
El rotativo chino aduce que la “guerra contraterrorista”, principalmente en el mundo árabe, mantuvo entretenido a EU, que perdió de vista a China, además que “las turbulencias que continúan en diseminarse en el Medio Oriente pueden mantener clavado a Estados Unidos otros 10 años”.
Sentencia envalentonado que China no cometerá los errores de la URSS y considera que “no existe fuerza externa que pueda detener el ascenso pacífico de China”, por lo que aconseja un abordaje más realista de “expandir la vibrante (sic) cooperación entre China y Estados Unidos”.
Amén que el modelo operativo de EU, cuya sicología superbélica necesita la “imagen del enemigo” para afirmarse constantemente, el casus belli lo constituye “el PIB de China”, que “puede exceder al de Estados Unidos en los próximos 10 años” (en realidad, a partir del 2015), lo cual “representaría el factor primario para amenazar la hegemonía global estadunidense”.
Lo mismo sucedió con el ascenso de Alemania a inicios del siglo XX, que no toleró Gran Bretaña, la potencia hegemónica en franco declive. La sicología bélica y geopolítica de la dupla anglosajona EU y GB es muy similar.