POR CARLOS JARAMILLO VELA.- “Yo no estoy de acuerdo con lo que usted dice, pero me pelearía para que usted pudiera decirlo”. Voltaire (1694-1778) Filósofo y escritor francés.
El tema de los Derechos Humanos es una materia que cobra importancia mayor en la actualidad, ante las amenazas que el tejido social enfrenta debido a fenómenos psicosociales como el consumismo material y la pérdida de los valores éticos y morales, cada vez más extendidos en el mundo. Desde finales del siglo XVIII la Revolución Francesa dio origen a la expresión “Derechos Humanos”, al redactarse por la Asamblea Nacional Constituyente, en Agosto de 1789, la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano.
La trascendente e histórica declaración francesa –cuyo ejemplo repercutió a nivel mundial- contempla los derechos inherentes a la naturaleza humana, tales como la libertad, la propiedad, la seguridad, la igualdad y la resistencia a la opresión, que no son derechos creados por los revolucionarios de ningún lugar del mundo sino anteriores a cualquier poder establecido y aplicables en toda época y lugar. En su articulado establece, entre otros importantes preceptos sociojurídicos, que “los hombres nacen y permanecen libres e iguales en cuanto a sus derechos”, y que “ningún hombre debe ser molestado por razón de sus opiniones, ni aún por sus ideas religiosas, siempre que al manifestarlas no se causen trastornos del orden público establecido por la ley”. Igualmente determina que “puesto que la libre comunicación de los pensamientos y opiniones es uno de los más valiosos derechos del hombre, todo ciudadano puede hablar, escribir y publicar libremente, excepto cuando tenga que responder del abuso de esta libertad en los casos determinados por la ley”.
En términos generales se concibe a los derechos humanos como aquellas libertades, facultades, instituciones o reivindicaciones relativas a bienes primarios o básicos[] que incluyen a toda persona, por el simple hecho de su condición humana, para la garantía de una vida digna, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición. En el año 2003, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación la Ciencia y la Cultura (UNESCO) seleccionó el conjunto de los textos y documentos referentes a la proclamación francesa de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, para integrar la lista del registro de la Memoria del Mundo, que recopila el patrimonio documental de interés universal, con el propósito de asegurar su preservación.
La realidad es que ahora, 234 años después del memorable surgimiento de la institucionalización de la defensa de la dignidad humana, aún pervive el lacerante problema de falta de respeto a la misma en muy diversas formas y lugares. Construir una armónica convivencia social en la que imperen el respeto al prójimo, la dignidad y la justicia, es responsabilidad que nos concierne a todos, pues tal tópico no es solo obligación de las entidades públicas sino ineludible deber moral de todo ciudadano. No obstante el esfuerzo que las instituciones gubernamentales de los tres órdenes realizan por prevenir y atender la descomposición social y la violación a los naturales derechos de las personas, factores como la escasa formación axiológica o moral de algunos individuos, la intolerancia, o los intereses particulares –lícitos o ilícitos- detonan la realización de conductas que contravienen a la ley y lastiman de modo significativo a personas de diferente origen y condición, entre quienes figuran con frecuencia las pertenecientes a los llamados grupos vulnerables, como mujeres, niños, jóvenes, adultos mayores, homosexuales, indigentes, migrantes y discapacitados, entre otros. Incluso no resulta extraño que profesionistas, funcionarios, académicos, periodistas, empresarios y empleados hayan sido víctimas de hechos que menoscaban sus derechos básicos causándoles los consabidos perjuicios de índole económico, físico, moral, profesional, social -y a veces hasta familiar-, que tales atropellos suelen provocar. Quien esto escribe ha sido en alguna ocasión víctima de uno de tales agravios, originado no por una autoridad pública, sino en el ámbito privado. Es evidente que hoy como antaño, a pesar de los innegables avances que en dicho rubro se han alcanzado, los derechos humanos continúan siendo una asignatura pendiente para millones de personas en el mundo, a quienes de disímbola manera sus garantías individuales les han sido conculcadas.
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