El viajero, ese hombre resucitador de mundos por descubrir

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Y ello es muy importante, pues sin toma de consciencia ella nada tiene valor en la existencia.

Veamos el por qué ello resulta interesante y necesario. Solo Sintámonos, por un instante, ese viajero, pongámonos sus zapatos o sus botas que lo lanzan al mundo y sabremos cómo se puede alcanzar el brillo en una vida; esa inquietud que impele al viajero por conocer infinitos y distantes destinos, esas caminatas que lo arrojan a recorrer senderos, paisajes de inefable belleza, de montañas arropadas y acaricidas por la niebla, de nubes que brindan sombras en el calcinante desierto, de los desfiladeros, las cascadas, los montes y ríos, los árboles, la selva, el bosque, las simples rocas, las arenas, las dunas y las piedras con formas de seres, las colinas, los abismos, las playas, bahías, lagos y lagunas, los pueblos, las ciudades, las naciones, las tribus, las gentes que le eran extrañas hasta antes de tomar contacto con ellas. Así como la dulzura de un cielo despejado, la noche, la tormenta, el viento, el huracán, la lluvia, el monzón, el frio, el calor, todos esos lugares y destinos que le permiten comprender el mundo y sus seres, para sentir que el mundo es suyo, acercándolo a un nosotros, que le permite sentir y en algunas circunstancias, conquistar los obstáculos y la hostilidad de lo salvaje y extraño.

El viajero es un atrevido, deja tras de sí su cotidianeidad, el hastió que lo abruma y daña, va al encuentro del mañana y el porvenir que siempre lo aguardan.

Ese viajero, es la antítesis del esclavo, sujeto a la ley terrible de un horario, de una jornada de trabajo mecanicista que lo hace un autómata y sin sentido de la trascendencia en una vida; de una persona que vive condenada entre cadenas. Es muy distinto a esas personas que piensan: “Luego”, “más tarde”, “mañana”, “pierdo dinero”, “cuando lo tenga”, “cuando alcance una posición”, “me corren”; justificaciones falsas todas, para un viajero que sabe de la futilidad de una vida así, y que para él no son válidas,

Y esas justificaciones como podrían serlo para ese viajero, si este ha alcanzado el nivel de la consciencia, que le permite saber que es en sí un simple peregrino, de paso por este mundo; donde la mortalidad es la ley suprema. Y es este aventurero, quien bien sabe que va a morir (derivado de ese darse cuenta que en algún momento de sus aventuras alcanzo a iluminarle con esa certeza), por ello se lanza a los caminos e infinitos destinos que el ancho mundo ofrece, ya que es un buscador de multiplicidad de experiencias que lo enriquecen y lo hacen vivir, verdaderamente, negando la muerte en vida de los que no se atreven a actualizar su condición de peregrinos perpetuos mientras tengan y cuenten con sus vidas.

Así pues, ese viajero, el que hemos descrito, es un rebelde, por contraposición a quienes no se atreven a buscar la aventura que brinda la vida, a quienes no dan pasos en esa dirección que hace una vida interesante y plena.

Así que incorpórense al mundo de los avantureros y atrevidos ¡¡¡

Desde el Cristo Redentor, en el cielo inefable de Rio de Janeiro, Brasil.

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