A medida que se acerca la fecha de la elección presidencial del presente año 2012 los ánimos se exacerban en los equipos de campaña del PAN, el PANAL y el PRD, ante el inminente triunfo del candidato del PRI a la Presidencia de la República, Enrique Peña Nieto. En las filas del panismo se percibe el dolor y la nostalgia por la inexorable extinción de la racha triunfadora que en sus respectivos procesos electorales construyeron los entonces abanderados blanquiazules, Vicente Fox, primero; y Felipe Calderón, después. Hoy, la actual aspirante derechista no es capaz ni siquiera de representar una posibilidad de refrendar lo logrado por sus dos inmediatos antecesores, toda vez que se encuentra en el penúltimo lugar de las preferencias electorales. Esa es la razón que explica el grado de agresión y encono que denotan el discurso y los spots mercadotécnicos de la exfuncionaria de los sexenios foxista y calderonista, que ahora pretende conseguir la proeza alcanzada por los dos compañeros de su partido que la antecedieron como candidatos. Por su parte, Andrés Manuel López Obrador, a sabiendas de la gran ventaja que Peña Nieto tiene en el ánimo y la intención de voto de los electores, ha abandonado la filosofía del amor y la paz que propaló al inicio de su campaña, para regresar a las trincheras de la conspiración, la manipulación, el ataque abierto o soterrado, y hasta la descalificación anticipada del proceso, con miras a tratar de acortar una distancia, que a dieciocho días de los comicios resulta francamente insuperable.
El debate sostenido entre los contendientes por la Jefatura del Estado Mexicano, el domingo 10 de Junio, despejó cualquier duda que pudiera existir sobre la indiscutible supremacía de Enrique Peña Nieto, así como respecto a la beligerante actitud de sus adversarios. Dos aspectos marcaron la diferencia entre el candidato tricolor y sus competidores: uno de ellos fue determinado por el aplomo, la serenidad y el dominio con los que Peña Nieto se condujo al externar sus propuestas y contrarrestar los débiles ataques mediante los que se le pretendía perturbar; el otro aspecto lo constituyeron la impotencia y desesperación de Josefina Vázquez Mota y Gabriel Quadri -el candidato del Partido Nueva Alianza-, evidenciadas a través de la serie de inútiles denostaciones que una y otra vez le lanzaban, intentando en vano hacerle daño.
Fueron convincentes, sin duda, la seguridad y determinación de las que Peña Nieto hizo gala al sortear los embates de Vázquez Mota y Quadri, quienes como toros en lidia se abalanzaban sobre el capote de un diestro priísta al que jamás pudieron lastimar. Otro dato revelador es el hecho de que tanto Josefina Vázquez Mota como Andrés Manuel López Obrador llegaron maltrechos al encuentro final con Peña Nieto. Basta recordar las recientes expresiones mediante las que el expresidente Fox -en una clara alusión de apoyo al candidato priísta- conminó a la ciudadanía a respaldar al candidato puntero. Igualmente está presente en la memoria colectiva la inexplicable e ilegal solicitud de una fuerte suma de dinero -6 millones de dólares-, que días atrás formularan a un grupo de empresarios, en nombre de López Obrador, Luis Costa Bonino y Luis Mandoki, dos de los más cercanos colaboradores del candidato tabasqueño.
El desenlace de este episodio electoral ya está definido, solo falta su formalización constitucional: el primero de Julio llegará a la Presidencia de México Enrique Peña Nieto.
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