Aunque los debates políticos deben ser regidos bajo un protocolo mínimo, en nuestro país se ha dado a estos un excesivo formalismo y rigidez que los hace carentes de naturalidad, de gracia, y tal vez hasta un tanto antidemocráticos. Muy distinto es lo que sucede en naciones con cultura electoral más avanzada, como las europeas, donde las contiendas políticas, y particularmente los debates, se caracterizan verdaderamente por la libertad y la apertura democrática, como es el caso de Francia. No obstante lo anteriormente expresado, el encuentro organizado el domingo 6 de Mayo por el Instituto Federal Electoral, para que los candidatos a la Presidencia de la República debatieran, permitió a los electores ver con mayor nitidez la personalidad y el real nivel de cada uno de ellos.
A Gabriel Quadri, tal como se preveía, durante todo el evento se le escuchó expresando un discurso semejante a una cátedra académica sobre los que el consideró los aspectos torales de la problemática nacional. En Josefina Vázquez Mota tampoco se pudieron observar destellos diferentes de lo que hasta ahora su monótona campaña ha demostrado; su participación no reflejó nada que haga pensar en la posibilidad de que la candidata blanquiazul pueda transmitir seguridad y confianza en el electorado. Esta intentó débilmente cuestionar los resultados de la gestión del ahora candidato del PRI Enrique Peña Nieto, cuando fue gobernador del Estado de México. Por su parte el abanderado priísta la puso en entredicho al invitarla personalmente a constatar lo realizado en su administración, ante lo que la mujer se negó en medio de evasivos y simplistas argumentos. El aspirante de la izquierda, Andrés Manuel López Obrador, tampoco se salió de las estrategias de beligerancia y ataque a las que desde hace seis años nos tiene acostumbrados; pretendió hacer del encuentro la ocasión para tratar de denigrar permanentemente la imagen de Enrique Peña Nieto, candidato que encabeza ampliamente las preferencias electorales en todas las encuestas. Es justo reconocer que por su parte Peña Nieto de manera categórica mostró el aplomo y la preparación con los que llegó al debate; jamás se alteró ni permitió que hicieran mella en su estado de ánimo los intentos de denostación que con afán perturbador trataban de esbozar tanto el taimado López Obrador como la novel Vázquez Mota. El exmandatario mexiquense no solo supo contestar en todo momento con la serenidad, firmeza y certidumbre necesarias los perversos ataques que sus adversarios de la izquierda y la derecha le lanzaban, sino que además puso en duda la solvencia moral de dichos aspirantes, al mostrar documentos que dejaron en evidencia el desempeño de estos durante su paso por la Jefatura de Gobierno del Distrito Federal y la Cámara de Diputados, respectivamente.
Durante los siguientes días veremos que desde el “War Room” del PAN se indicará a sus huestes que salgan a decir exageraciones tales como que su candidata ganó el debate y que ahora es ella la que puntea en las encuestas; por el bloque de partidos de la izquierda se pretenderá hacer lo mismo respecto a López Obrador, a quien después de ser el favorito en el año 2006 hoy sus simpatizantes no le alcanzan para salir del penúltimo lugar de la contienda. Lo cierto es que aunque en el debate hubo cuatro participantes, estos desde el inicio del certamen definieron el resultado del encuentro: Gabriel Quadri se instaló como mero testigo espectador; Josefina Vázquez Mota y Andrés Manuel López Obrador se autoerigieron como pendencieros; y Enrique Peña Nieto se perfiló como dueño absoluto del evento.
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