La magia fue que en siete horas 45 minutos, estudiantes de medio centenar de universidades públicas y privadas, de todos los puntos y realidades del país, se unificaron para reprobar un modelo que les desagrada. No confían en las elecciones ni en el sistema político o mediático ni en figuras que los encarnan, como las televisoras, Elba Esther Gordillo, Enrique Peña Nieto, Felipe Calderón, el “niño que no es verde ni es niño”. Tan sólo se escuchaban sus nombres los abucheos eran unánimes.
Siempre pendientes de los horarios, que cumplieron casi al pie de la letra, en 15 mesas dialogaron primero y luego en una plenaria expresaron sus críticas acompañadas de soluciones; incluso planearon sus propios cómputos tras advertir que tienen memoria histórica de los fraudes electorales.
“México, tus hijos te decimos: somos herederos de los fraudes, crisis económicas; somos herederos del levantamiento armado zapatista, de la matanza de Acteal, de los crímenes en el estado de México. Sí, somos herederos de la indignación y rabia de niños muertos en la guardería ABC, somos Wirikuta, somos Cherán. Toda esta historia somos nosotros”, leyó un relator que no dio su nombre.
De mezclilla, casi confundido entre los jóvenes, Adolfo Llubere, activista del CEU hace dos décadas, miraba sorprendido. “Es el primer movimiento desde el 87 que lucha por derechos políticos y ciudadanos, no por el tema de las cuotas. Ponen en jaque el monopolio del poder”.
Nostálgicos o quizá con la intención de enseñar algo a esta generación, Llubere y otros ex líderes estudiantiles, como Imanol Ordorika, director de Evaluación Institucional, y el profesor emérito Adolfo Gilly, caminaron por las islas. Llubere los elogiaba, porque “nuestras asambleas eran maratónicas, y en vacaciones era casi imposible la movilización, no había redes sociales. Hay mucha frescura y unidad entre los diferentes. Nos están dando una lección”.
Diversidad que al principio de la jornada parecía un punto en contra. En la reunión algunos se arrebataban la palabra y expresaban disenso sobre los temas a tratar, pero cuando vieron el reloj pusieron orden y decidieron los ejes temáticos.
Con una hora de retraso, Sandino Bucio, estudiante del CUEC, dio la “bienvenida a la primavera mexicana”, y a partir de eso comenzó una pasarela de representantes de universidades y organizaciones sociales. Nadie se quedó fuera y tampoco hubo espacio para los protagonismos. Los nombres importaban poco, la representación es “rotativa”, repitieron con insistencia.
Antonio Atolín, estudiante del ITAM, puso el sello del encuentro: “derrumbamos barreras artificiales de que universidades públicas y privadas no pueden trabajar por este país”. Luego entre sus amigos este joven alto y delgado, de saco, comentaba que ya estaba tan integrado con los estudiantes de la UNAM que los de la porra La Rebe lo habían buscado para ofrecerle ayuda si necesitaba algo.
Así desfilaron frente al micrófono estudiantes de las universidades Autónoma de Sinaloa, de Morelos, de Guerrero, la Panamericana, la Iberoamericana, todas las facultades y escuelas de la UNAM, el Instituto Politécnico Nacional, el Cinvestav, del Valle de México, de Chapingo, de Durango, del INBA, del Tec Milenio. Cupieron representantes de sindicatos y organizaciones sociales que remataban sus saludos con “Yo soy 132”.
Un alumno de la UAM gritó: “esta juventud tiene que ser revolucionaria”, y como respuesta recibió la frase: “a huevo”. Y como ése se escucharon otros referentes de los años 60. “Somos comandante Che Guevara, Cabañas. Hasta la victoria siempre”. El grito de Atenco fue respaldado en varias ocasiones.
Esta unidad en la diversidad se notó en los círculos que hacían muchachos como Santiago Bueno, de la Ibero, Rafael Muñoz y Alberto Paredes, de la UNAM, que hablaban sobre su música predilecta. Santiago es trovero, Rafael es onda rock progresivo y Paredes de rock de los 80; le gustan The Smiths.
Con un morral al hombro, comentaba que esta generación no es la del 68 ni la de las huelgas. “Somos distintos, todavía no podría definir quiénes somos, pero sé que nos gusta dialogar. Ve, nadie descalifica, escuchan y sólo plantean que hay disenso”.
La ventaja, comentaba Muñoz, es que aquí hay contrapesos “y la conciencia no es de clase, es de causa”. Cuando algunos grupos propusieron en el micrófono el inicio de una huelga se escucharon abucheos; de hecho, algunos de Ciencias Políticas mostraban con preocupación un folleto que vinculaba “tramposamente” a grupos pro paro con Morena.
“Decidimos ser la conciencia mexicana. Hoy y siempre somos 132”, exclamó una joven e hizo ver que este movimiento es horizontal. Y sí, cuando una chica denunció que la expulsaron de la escuela por ligarse al movimiento varios corrieron y los unificó el “No estás sola, no estás sola”.
Aunque en una bolsa de propuestas había desde planteamientos críticos al proceso electoral e incluso descalificaciones, al final cabían también los llamados al voto y poner lupas sobre las elecciones. Esas propuestas se llevarán a las universidades a nuevas asambleas. “Aquí no hay líderes, es peligroso”, advertía una chica y también llevó a la mesa la propuesta de crear una página en Wikipedia, “para que nosotros contemos quiénes somos y no vayan a manipular nuestra historia”.
La Jornada