Dentro de las diferentes etapas que conforman la Revolución Mexicana, tal vez ningún acontecimiento pueda compararse en importancia a la llamada Toma de Ciudad Juárez, operación militar de la Revolución Mexicana que definió el curso de aquel conflicto donde no se trató únicamente de un cambio de régimen de gobierno, sino de una verdadera reconfiguración del sistema político, económico y social, incluso de lo que los mexicanos entendemos como parte de nuestra identidad.
Un testimonio invaluable de esta época histórica es la magnífica colección de fotografías que serán expuestas en el patio del Palacio de Gobierno, con el título “Primer Centenario de la Toma de Ciudad Juárez. 100 años-100 imágenes”, cuya ceremonia de inauguración se realizará el lunes 16 de mayo, a las 11:00 horas, con entrada libre.
Estas imágenes forman parte del libro recién impreso La toma de Ciudad Juárez. Mayo de 1911, que reúne cerca de 150 fotografías inéditas o poco conocidas acerca de este acontecimiento fundamental para entender la historia de México. Las series que conforman la colección nos muestran los diferentes aspectos de la realidad militar y cotidiana en el campo de batalla, desde las imágenes de los personajes históricos, como Villa, Madero y Orozco, hasta de otros menos conocidos, por lo menos en imagen, como Máximo Castillo, Abraham González y Peppino Garibaldi, sin faltar la infinidad de rostros anónimos que fueron capturados para la posteridad en las placas fotográficas y que fungen como mudos testigos de la historia.
Esta obra es resultado de una labor casi detectivesca realizada por los autores del libro, que se dieron a la tarea de rastrear imágenes en infinidad de archivos, sobre todo de Estados Unidos, pues, la gran mayoría de los reporteros gráficos provenían de aquel país.
El ataque armado a Ciudad Juárez fue uno de los primeros eventos mediáticos importantes del nuevo siglo.
Por un lado, Francisco I. Madero tenía sus razones políticas para no atacar ciudad Juárez: quería evitar la posibilidad de que se diera lugar a un conflicto diplomático con los Estados Unidos. En tanto, el razonamiento de Villa era práctico y militar: ya habían llegado hasta ahí, a uno de los bastiones más importantes para el abastecimiento de provisiones y armas del ejército porfirista; había que tomar la ciudad porque, además, la tropa ya estaba “caliente”, dispuesta al combate. Madero pacta un alto al fuego con las fuerzas del temible “Tigre de Cerro Prieto”, el general Juan N. Navarro, defensor de la plaza por parte de los federales.
Mientras tanto, los alrededores de la ciudad y de la texana ciudad de El Paso se habían convertido en un hervidero de reporteros, periodistas, mirones y curiosos, pues se trataba de la primera revolución que sería registrada, con fotografías e imágenes reales, por los diarios industriales norteamericanos y los periódicos más importantes de la época, así como por el incipiente “juguete” que representaban las cámaras cinematográficas. Al principio, los fotógrafos y camarógrafos merodeaban libremente alrededor de los cuarteles de los bandos combatientes. Incluso el general Navarro posaba sin reservas para los corresponsales, pero conforme crecieron las hostilidades, prohibió el registro de imágenes a fin de evitar el espionaje y la fuga de información.