“Esta dependencia sólo emite opiniones vinculantes a solicitudes concretas, y sus dictámenes se fundamentan en metodologías y estudios técnicos y científicos que garantizan la protección de la biodiversidad”; “la facultad para liberar dichas aprobaciones es competencia de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Social, Pesca y Alimentación, como lo indica la Ley de Bioseguridad de Organismos Genéticamente Modificados”, precisa un boletín girado a los medios por la delegación tlaxcalteca de la Semarnat.
El curioso comunicado va enderezado todo contra presuntas organizaciones no gubernamentales –sin mencionar sus nombres- que habrían adjudicado a la Semarnat dicha autorización de siembra a empresas especializadas en la ingeniería genética del maíz.
El comunicado de prensa 484/11, fechado el 16 de noviembre en la Ciudad de México, lleva por título: “Pide Semarnat construir, no desorientar a la población con información sin sustento ni fundamento”; y una bajada asimismo gratuita: “El único objetivo de la Semarnat es proteger la conservación de maíces nativos del país”.
Al respecto, cabe recordar una nota publicada por El Universal en el ya lejano año 2009 (“Autorizan siembra de maíz tansgénico”), donde se informa que “El gobierno federal autorizó la expedición de los primeros dos permisos para la realización de siembras experimentales de maíz genéticamente modificado… En un comunicado conjunto, las secretarías de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa) y de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), dijeron que ayer fue aprobada la expedición de dos permisos, de un total de 35 solicitudes”.
Esa autorización provocó en su momento una respuesta de la organización ambientalista Greenpeace, que desde entonces advirtió sobre los riesgos de polinización de las variedades domésticas y el teocintle silvestre (ancestro de la planta cultivada).
ANTECEDENTES
La ingeniería genética consiste básicamente en la introducción de genes animales o vegetales en los núcleos de las células de otra especie que se desea mejorar, al fin de reforzar algunas características propias o desarrollar otras propiedades.
El cultivo de maíz transgénico se realiza desde los años noventa en Estados Unidos, gracias a los exitosos ensayos de empresas como Monsanto, Syngenta, Novartis, Pioneer, Basf y Dow. En España, el cultivo del maíz transgénico Bt, protegido contra insectos, alcanzó este 2011 el 26.5% del total de maíz grano sembrado en el país.
Entre las principales ventajas de los agrotransgénicos se hallan: un notable incremento de la producción por unidad de superficie, una mayor resistencia a los herbicidas (que permite desfoliar la maleza sin afectar los cultivos), fortalecimiento de los mecanismos de autodefensa de la planta contra plagas como el gusano del maíz, creación de características que faciliten el embalaje y transporte del producto, significativas reducciones de los periodos de cultivo y mejor preservación del fruto (caso del tomate).
Sin embargo, los críticos han advertido contra los efectos secundarios de dichos experimentos genéticos, específicamente el desarrollo de la bacteria E-Coli, la calidad de la cáscara, así como la forma y calidad del fruto.
En el caso del maíz transgénico, el dilema entre producción y bienestar se centra en el hecho de que las variedades “nativas” o “criollas” inevitablemente serán contaminadas, vía polinización, por las variedades genéticamente alteradas.
Según la investigadora española Rosa Binimelis, de la Universidad Autónoma de Barcelona, hay una incompatibilidad entre el maíz transgénico y los orgánicos, y este podría desaparecer con el tiempo.
Lo anterior resulta particularmente grave en el caso mexicano, pues nuestro país es el primer productor del maíz blanco destinado al consumo humano, y dicha polinización podría rebajarlo al nivel de simple maíz forrajero, impactando negativamente las ganancias de los campesinos.
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