Después de los festejos del bicentenario, y en las vísperas de la asunción al Poder Ejecutivo del Estado de Chihuahua por parte del Gobernador Electo César Duarte, es pertinente el momento para que los chihuahuenses hagamos una reflexión. Tenemos mucho por qué luchar, y un gran porvenir para construir, el hecho de que hoy viva México una de las encrucijadas socioeconómicas más complejas de su historia, debido a los altos niveles de inseguridad, violencia, desempleo, marginación y pobreza no es razón para renunciar a la viabilidad y el progreso nacional en los que debe fincarse nuestro destino colectivo.
Sea esta coyuntura histórica la ocasión para una renovación del contrato social que todos los integrantes de la comunidad mexicana, y en particular las mujeres y los hombres de Chihuahua, tenemos entre nosotros y con la patria. Así como el cúmulo de ladrillos debidamente apilados dá por resultado la construcción de un edificio, la amalgama de voluntades, compromisos y acciones de los ciudadanos contribuye a edificar el modelo de país que el sentido común y la convicción de nacionalidad, existentes en una sociedad, reclaman.
Es conveniente valorar la peculiar riqueza histórica y cultural que como ente colectivo nos cohesiona e inculca en nosotros el orgullo por los sentimientos de identidad y pertenencia que compartimos. Son sólidas las fortalezas que constituyen el perfil moral de nuestro conglomerado comunitario. La solidaridad, el respeto, el civismo, la generosidad y el espíritu de servicio hacia nuestros semejantes, son valores que tradicionalmente han estado arraigados en la conciencia social y familiar de los mexicanos; hagamos de estos ancestrales principios el pedestal que nos permita dar inicio a una nueva era de refundación espiritual y material, que dé por resultado mayores niveles de armonía, bienestar, progreso y justicia para nuestros coterráneos.
El vigor de México, más allá de sus legítimos y necesarios anhelos de prosperidad y desarrollo, radica en la fuerza de su historia, su diversidad étnica y la aptitud de su gente. Nuestra nación puede ser una de las líderes del entono mundial en el siglo XXI. El que esto sea una realidad dependerá en buena medida de la capacidad que los mexicanos tengamos para mantenernos vinculados en torno a nuestros superiores intereses colectivos, dejando de lado las divergencias grupales, ideológicas o partidistas que pudieran distanciarnos.
La época lo amerita. El bicentenario nacional es motivo oportuno para hacer un alto en el camino. Es tiempo de reflexionar sobre el porvenir comunitario que la suma de aspiraciones y la determinación de nuestro conglomerado social pueden depararle a esta sociedad organizada de la que todos somos miembros, y de la que tenemos el deber de ser también, en la medida de lo posible, protagonistas. El futuro nacional no está en manos de la casualidad o del destino, tampoco será obra individual de un líder o caudillo; su concreción habrá de congregar, indefectiblemente, el ánimo, la experiencia, el compromiso y el trabajo de los mexicanos del presente tiempo.