Se tiene plena comprensión del mecanismo que López Obrador echó a andar para desestabilizar a México, porque no logrará la anulación de la contienda presidencial. Partidos políticos, autoridades federales, opinión pública y gente ordinaria saben de esta crónica tan anunciada, cuyo clímax se verificará el 1 de diciembre cuando las huestes de este fanático intenten impedir la asunción de Peña Nieto.
Dos personajes tienen la última palabra para contener esta amenaza a la vida institucional. En orden de importancia por el poder que todavía detentan, Felipe Calderón y Marcelo Ebrard. El presidente cuenta con el aparato legal para intervenir y disolver los desórdenes en el Valle de México; Marcelo, con su capital político, conminaría a ese señor a desmantelar su desvarío. Sólo él, con el apoyo de Camacho, puede lograr que asimile la punzante aseveración que el periódico español El País le encajó en plena cara: “Obrador es (eres) un lastre”.
Antes de que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación pronuncie el veredicto de la validez de la contienda presidencial (más tardar en mes y medio), el Estado mexicano debe desarticular esta amenaza.
Irónico que aparezca el símil de un Déjà vu de aquel fatídico mes de marzo de 1994, cuando el entonces presidente de México enturbió el proceso electoral con declaraciones irresponsables que distaban de entregar el apoyo a Luis Donaldo Colosio, incluso zancadilleándole el tránsito con el beneplácito de Camacho.
Debe entenderse que los que intervienen en esta previsible colisión no cederán su derecho a defender sus puntos de vista y sus triunfos obtenidos. Empero, la sensatez podrá quebrarse justo en el momento que caiga la primera víctima. Entonces Calderón y López Obrador habrán de rendirle cuentas a la historia.
Para el primero, basta con generar las condiciones de que esa pólvora no estalle y pueda evitar la pesadilla que jamás imaginó, convirtiéndose en el factor que quebró las instituciones. El segundo merecerá ser ubicado al lado de los incendiarios, Hitler entre ellos.
Queda una advertencia más individualizada: Camacho, ya jugaste un papel que te impide toda participación de primer nivel en la política de México, que derivó en el magnicidio de Colosio. Ahora la historia te da la oportunidad de reivindicarte.
Chihuahua, Chih., julio 17 de 2012.