Las Pirámides representan mito prehispánico fundacional

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Así lo explicó Diana Magaloni, directora del Museo Nacional de Antropología (MNA), al impartir la primera conferencia con que dio comienzo el ciclo de conferencias Seis Ciudades Antiguas de Mesoamérica, que se realiza de manera complementaria a la exposición del mismo nombre que se presenta en este recinto del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

 

 

 

A manera de preámbulo, sobre el relato mítico que sustentó la cosmovisión de los pueblos prehispánicos, la restauradora explicó el comienzo y trazo de las seis antiguas urbes sobre las que versa la exposición -Monte Albán, Palenque, Teotihuacan, El Tajín, Tenochtitlan y Tlatelolco-, cuyos desarrollos se dieron a partir de un gran templo en forma de montaña: la pirámide.

 

 

 

“Al ser reflejo sintético y simbólico de los principios ordenadores de los dioses, cada una de las urbes construyó grandes templos en forma de montaña, a veces edificados sobre un manantial o una cueva; esto de acuerdo con los mitos de origen nahua, maya, zapoteca y mixteca, respectivamente.

 

 

 

“El mito fundacional cuenta que al inicio del tiempo todo estaba oscuro y silencioso; el cielo y el agua estaban unidos por un caos mudo, nada se movía y la luz solar no existía; todas las tradiciones refieren también a una pareja creadora, que al unir sus fuerzas, hicieron emerger la tierra de las profundidades del océano, como una gran montaña.

 

 

 

“Por lo tanto, las ciudades mesoamericanas representaron la idea de la gran montaña viva a través de grandes estructuras piramidales; reproducciones de la ‘Primera Montaña’, símbolo de la fertilidad, la renovación y la abundancia”.

 

 

 

Magaloni detalló que las pirámides truncadas, las plazas hundidas, las cuevas y el paisaje montañoso en el horizonte, son elementos que construyen una narrativa en la que cada ciudad se inserta en el tiempo mítico para recrearse sinfín, para legitimar poder y para expresar la adhesión de los habitantes al orden establecido por los dioses.

 

 

 

Para la directora del Museo de Antropología falta incorporar esta historia intangible, tal como lo hicieron en su momento nuestros antepasados, de generación en generación, porque, dijo, “la verdadera ruptura después de la conquista española está en nuestras mentes, por eso estas exposiciones sirven para remover nuestro origen.

 

 

 

“Las ciudades mesoamericanas son lugares donde los tiempos del presente histórico y el perenne de las historias de los mitos se encuentran, y por eso retratan las historias de los mitos, esa es la razón del ‘Monte Sagrado’ con su ciudad sagrada; son centros que unen el tiempo pasado y el presente, como un paréntesis.

 

 

 

“En ellas se encuentran actos simbólicos/rituales que transforman el paisaje en una construcción conceptual del hábitat, que es la propia ciudad y sus campos sagrados”.

 

 

 

Este sistema de creencias, detalló, ha sido posible estudiarlo a partir de los propios monumentos y sus iconografías, así como de la lectura de los mitos de creación recopilados y transcritos al alfabeto latino durante el siglo XVI; entre ellos códices como el Vaticanus, el Ríos, o el libro sagrado maya Popol Vuh.

 

 

 

Es así como los estudiosos saben que las antiguas ciudades mesoamericanas fueron construidas siguiendo las pautas de un pensamiento común a todos los pueblos del pasado indígena pero con su espacio y tiempo propios.

 

 

 

Diana Magaloni hizo referencia a mitos como uno incluido en Popol Vuh, donde se describe la fuerza creativa suprema como una pareja de ancianos llamados Xpiyacoc y Xmucane; el mito mixteca que nombra a la pareja como la unidad “Uno venado”, los mitos nahuas llaman al principio dual Ometéotl, “Dios Dos” o “Dios de la Dualidad”.

 

 

 

Al referirse a Monte Albán, ubicada en el valle de Oaxaca, explicó ahí se amplificó el concepto porque toda la gran ciudad es la Montaña de Origen de los linajes gobernantes, 200 años antes de nuestra era sus habitantes habían realizado la proeza de ingeniería constructiva de haber cortado y aplanado la cima de la montaña para construir la gran plaza central y sus diversos edificios.

 

 

 

En Palenque, Chiapas, el Templo de las Inscripciones está incrustada a la montaña y la reproduce; en Teotihuacan, la Pirámide del Sol fue dotada de un canal que la rodea, de manera que en tiempos de agua ésta parece flotar en el primer océano del tiempo, además, la Pirámide de la Luna asemeja la forma y canaliza la fuerza del Cerro Gordo a sus espaldas y también sirve para orientar el eje norte-sur hacia el que se ubica la ciudad entera.

 

 

 

En El Tajín, Veracruz, toda la ciudad se orienta al llamado Cerro de los Mantenimientos; y en Tenochtitlan y Tlatelolco, en la Ciudad de México, fueron construidas sobre aguas del lago de Texcoco, de manera que sus templos y sus edificaciones fueran la viva imagen del tiempo de creación y del orden del cosmos.

 

 

Organización Editorial Mexicana

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