El tejido artificial sirve para exponerlo al impacto de distintas sustancias y estudiar su firmeza ante ellas, explica el fundador del laboratorio, Konstantín Agladze. Además, una matriz de nanofibra permite implantar las células obtenidas en un corazón afectado por alguna enfermedad.
Lo esencial del invento fue identificar la sustancia química responsable de activar, tanto dentro como fuera del organismo humano, la transformación de las células madre. Una vez descubierta esta materia, de cada centenar de células madre se obtienen, en promedio, ochenta células del corazón.
Durante un mes transcurrido desde el inicio del experimento, relata el científico, las células “se han encontrado una a otra” y se han reunido en un tejido sólido. Para apreciar lo vivo que es, los biofísicos acuden a un microscopio de gran capacidad. En las imágenes obtenidas con su ayuda se observa una pulsación no inducida por señales del sistema nervioso o descargas eléctricas.
Bajo temperaturas de casi 37ºC el músculo tiene vida propia: se encoge y se relaja en una increíble sucesión de movimientos apenas visibles. Los científicos ya saben provocar arritmias y otros estados patógenos en el tejido recreado. Ahora se concentran en probar en el tejido algunos medicamentos nuevos.
Dentro de unos 3 o 4 años será posible también trasplantar el sustituto del corazón en el pecho humano, pronostica Agladze.
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