Actualmente a nuestro maíz, nuestro sustento, se lo sigue festejando y honrando en las casas de los campesinos entregados a su labor y herencia. Ellos siembran su maicito criollo, y lo quieren, y lo protegen, y lo sahúman, siembran, rezan, cultivan y disfrutan. Pero también un algo de la modernidad ha ido destruyendo un importante puente, ese puente que hace el camino de la continuidad con el mundo de lo sagrado en las comunidades, la familia extensa, el zacen, el “todos unidos, como uno”. Y es así que los jóvenes cada vez más desconocen el valor de lo que en sus manos han venido cargando y creando sus papás y abuelitos. La esperanza de la vida, el fruto del amor, del cuidado y la devoción por lo propio y sagrado de la creación. Y se vuelcan a lo atractivo del mundo plástico, cibernético, celular y transgénico del comercio y la creatividad artificial. Se ven atrapados en un querer ser algo que no es “lo que somos”, pues un ser así necesita de ser sólo, separado, un alguien sin identidad de “nosotros”.
El Festival del Maíz es un intento de construir de nuevo ese puente, de buscar el reencuentro con lo valioso de nuestro patrimonio y herencia a través de nuevas y no tan nuevas formas de expresión. De unirnos a honrar, valorar y proteger nuestro sagrado maicito, reconociendo que sin él y sin las manos de quienes lo cultivan con amor y cuidado dejaríamos de ser lo que somos los mexicanos: seres de maíz, de raíces profundas y de gran respeto por la tierra y la creación divina. Merecidos del regalo de Dios, del legado de Quetzalcóatl, de una historia plena en transformaciones y llena de costumbres valiosas. Conocedores del paso del tiempo, artistas del presente, pasado y futuro. Creadores del tiempo sagrado. Seres de memoria y agradecimiento.
El Festival del Maíz te invita a acercarte al encuentro, a la común-unión que nos da nuestro sagrado maicito. No importa de dónde vengas, cuál sea tu oficio o posición social. Honremos juntos lo precioso de este legado. Observemos juntos la necesidad de mantenerlo y compartirlo. Celebremos y llenémonos de alegría y sentimiento compartido. Acompañemos a Centéotl y a la “semilla divina que nos une”, en un festejo hecho por todos los que nos sentimos agradecidos de su existencia.