Este es un año en el que el gobierno del presidente Felipe Calderón, y por consecuencia el país, han visto transitar frente a sí la expresión más cruda de la ola violenta y delictiva que azota a nuestra nación desde hace varios años. Cuestionada por unos y avalada por otros, la estrategia de combate al crimen organizado implementada por la presente administración federal ha sido insuficiente para pacificar la fatídica disputa de los cárteles de las drogas en México. También este año 2010, conmemorativo del centenario del inicio de la Revolución Mexicana, quizá sea el año que marque el declive de una efímera dinastía política panista en la conducción de los destinos nacionales, y esboce el inminente regreso del Partido Revolucionario Institucional a la Presidencia de la República.

Felipe Calderón y su gobierno han comenzado a desfilar por lo que será la etapa final de su mandato, es decir, el último tercio bienal de su gestión al frente de la república. Tanto el primer mandatario como sus colaboradores llegan a este punto de su trayectoria política y gubernamental con un evidente desgaste y una pérdida de popularidad. Hoy Calderón no tiene dentro de las filas de políticos activos de su partido ni un solo potencial sucesor que realmente represente una posibilidad de éxito en la contienda presidencial que se avecina; es decir, para el PAN el 2012 no significa siquiera una esperanza.

La culpa de tan aciaga circunstancia la tienen tanto el mismo Jefe del Poder Ejecutivo y sus más cercanos operadores políticos dentro del PAN, como sus colaboradores del gabinete. El error político más grave cometido por el presidente ha sido el afán impositivo con el que quiso controlar y dirigir desde la oficina presidencial al Partido Acción Nacional, manipulando para poner y quitar a los últimos dos presidentes de ese partido. Además, los infructuosos pasos de Germán Martínez y César Nava por la dirigencia nacional del PAN no dejaron contento ni a don Felipe, el tutor de ambos. Hoy, los magros resultados electorales obtenidos por el PAN durante el actual sexenio, así como su desesperada e inaudita alianza con el PRD, hablan por sí mismos: el panismo navega como un barco a la deriva, dando sorprendentes bandazos ideológicos en su angustiosa desesperación por evitar que el poder se le vaya de las manos.

La reciente reaparición del excandidato presidencial panista Diego Fernández de Cevallos, después del controversial y extraño secuestro del que supuestamente fue objeto durante más de seis meses, es otro de los acontecimientos que en esta recta final del gobierno calderonista llama la atención, y hasta genera suspicacias. El evidente manipuleo mediático –montaje de mercadotecnia política, dicen los críticos- dado a la liberación del conocido abogado blanquiazul justamente cuando el PAN atraviesa por una notable crisis de figuras políticas con madera de candidatos presidenciales, ha hecho surgir fuertes especulaciones sobre el posible interés de Felipe Calderón por promover el relanzamiento de “El Jefe” Diego en busca de la sucesión presidencial del 2012. Aunque Diego Fernández de Cevallos diga que no buscará de nuevo la candidatura presidencial, la compleja y desoladora situación que ahora afecta al alicaído PAN parece estarlo empujando hacia una coyuntura política en la que su única alternativa será volver a contender por su partido. Por lo que se percibe, el desasosiego que hoy atribula al PAN y a Felipe Calderón los ha hecho ver a Diego como su redentor… como su única esperanza. 

 

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