Ciudad de México. El cuerpo en la interpretación musical inspiró a Gerardo Sánchez Benítez a crear la obra Concerto Grosso, en el que de manera metafórica el cuerpo humano se convierte en un violonchelo o un violín para mostrar el poder y el uso de la música en la danza.
Con música del compositor italiano Antonio Vivaldi, la compañía morelense Ictus Danza, que codirigen Gerardo Sánchez y Beatriz Dávila Brom, se presentará el próximo 11 de marzo en el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris.
Mediante la principal herramienta humana, que es el cuerpo, los bailarines de Ictus Danza construyen una alegoría de carácter reflexivo, lúdico e irónico sobre las formas que toma el poder y las diferentes facetas que lo constituyen.
A partir de la dinámica de una orquesta que interpreta metafóricamente un concierto barroco, se desarrollan los movimientos que llevan al espectador por una experiencia en la cual la expresividad y la potencia se combinan con la teatralidad que permite la empatía.
La relación de la danza con la música se lleva al límite, los cuerpos se transforman en violines, pianos y violonchelos, y los sonidos habitan a los bailarines recorriendo desde sus huesos hasta la piel.
“Concerto Grosso es un viaje en diversos sentidos, pasamos por muchos momentos. Desde el lugar abstracto en que la música recorre el cuerpo, que empieza por la coronilla y sale por los pies, de manera literal es como si el bailarín tocara un instrumento.
“En la obra tenemos al director de orquesta, que representa al poder. Él tiene la batuta y también lo diversificamos para mostrar las diferentes caras del poder. Una compañía necesita de alguien que lo guíe, pero si se mal interpreta el rol del director y se usa para favorecer intereses personales más que grupales, eso afecta a todos; entonces, en la obra visibilizamos esa otra perspectiva que puede tener el abuso de poder”, explica en entrevista el coreógrafo y codirector.
En Concerto Grosso, el tema del poder está reflejado en forma de movimiento, en cómo se mueven los cuerpos. “Para mí, el poder es una forma de manipulación y ésta puede venir de alguien que mueve un cuerpo físicamente o, incluso, puede ser la música la que manipula sin tocarnos”, añade Gerar-do Sánchez.
El coreógrafo explica que la idea de la obra nació en un concierto: entró cuando ya había empezado y vio a todos los músicos tocando al unísono perfectamente. En ese entonces, él se resistía a usar unísonos en la danza, ya que le interesa hablar de la vida en sus obras y, desde esa postura, siempre se cuestionó por qué los cuerpos tenían que moverse igual sobre el escenario si nadie se mueve igual a otro fuera de él.
“Concebí la idea de la obra como un concierto, después involucramos el tema del poder a través del director de orquesta. Fue así como desarrollamos esta puesta en escena que nos llevó seis me-ses aproximadamente.”
Beatriz Dávila, codirectora y bailarina de Ictus Danza, comentó que en la obra de Gerardo Sánchez se puede sentir el asombro que sintió en ese concierto, con esa orquesta. “Es maravilloso lo que sucede en el escenario con los músicos y cómo ellos tienen una postura contenida y no ponen la importancia en su cuerpo, sino que toda su atención está en el sonido.
“También es muy interesante la experiencia de observar a los músicos en las orquestas, escuchar cómo está construida esa música barroca, que tiene varias capas, que siempre hay un bajo al fondo y hay violines que hacen cosas distintas al mismo tiempo. Esta forma de construir la coreografía fue muy enriquecedora como bailarines porque exploramos la música en nuestro cuerpo de distintas maneras.”