A escena, el problema “aterrador” de niños y jóvenes sicarios en México

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Enorme perversidad

Uno de los casos que más llamó la atención de la prensa, recuerda el dramaturgo, fue el de Édgar “N”, El Ponchis, de 14 años de edad, quien fue detenido en 2010 por el Ejército y acusado de degollar por lo menos a cuatro personas que después aparecieron desmembradas y colgadas en un puente de la autopista Cuernavaca-México.

“Se le trató de manera espectacular y sólo quedó en lo anecdótico. No se hizo un análisis profundo de las causas que llevaron a El Ponchis a convertirse en sicario.”

Para Jaime Chabaud, “existe una enorme perversidad” en la manera en cómo se trata a niños y jóvenes en México.

Al respecto, explica, “hay 8 millones de individuos de entre 12 y 25 años que se les considera ninis (ni estudian ni trabajan), como una descalificación proveniente de las altas esferas del poder, pero en realidad son niños y jóvenes que no han tenido la menor oportunidad de educación o desarrollo.

“Son chavos que vienen de familias desintegradas, en las que los padres o están en la cárcel, o en Estados Unidos, o metidos en el ámbito de las drogas; o bien, la gran mayoría, porque trabajan de sol a sol. De ahí que esos niños de 12 años crecen –sin ningún amparo o guía– asumiendo el papel de padres de sus hermanos de cuatro o seis años.”

No hay una política de Estado eficaz para tratar esa problemática de la que son víctima niños y jóvenes, deplora Chabaud. En ese contexto existe un círculo vicioso difícil de romper, asociado a la violencia familiar y al abandono, que es la manera como el crimen organizado jala o engancha a los chicos.

El actor Esteban Castellanos en una escena del montajeFoto Lia Rueda

“En ocasiones resulta que los más chicos ven a los ‘grandes’ en la esquina con cervezas, supercoche y pistola. Éstos, les dicen: ‘a ver, ven, traeme unas caguamas y te doy cien pesos’. Al chamaco luego le dicen: ‘a ver, lleva este sobrecito a la otra cuadra y entrégaselo al Pelón y toma tus 200 varos’. Luego, entre la curiosidad de tocar una fusca, los ‘grandes’ le enseñan a disparar unos tiros. Después, ya no es un sobre, sino un kilito de droga que llevan a la otra colonia por 2 mil varos”.

Necesidad de pertenencia

De acuerdo con testimonios de los niños sicarios, continúa Chabaud, “llegan a ganar entre 10 mil y 150 mil pesos al mes”. Entonces, ¿cómo se reintegra a ese niño a la sociedad?, ¿cómo se le convence de que vuelva a estudiar y termine una carrera técnica o profesional?, para cobrar dos o cuatro salarios mínimos.

“Es aterrador que hoy día se calcula que existe medio millón de personas como ejército del crimen organizado, pero más aterrador es que de ellos 86 mil son adolescentes de entre 12 y 17 años, quienes tienen en sus manos armas de alto poder. Es un fenómeno que apenas comienza. Son chavos cuya manera de pensar es que van a morir jóvenes, pero no sin haber disfrutado al máximo, pues tienen una enorme necesidad de pertenencia.”

Kame hame ha se ha presentado en distintos foros y ciudades del país. El protagonista, Saiyajín, se constituye con rasgos y fragmentos de vida de niños y jóvenes sicarios. Lo mismo encarna algunos de sus cómplices y víctimas. Es reclutado a los ocho años y a sus 14 ha quitado la vida a siete personas. Internado en un centro de detención para menores, sabe que lo asesinarán. La puesta en escena “toma como referencia el estilo épico de las caricaturas japonesas de Dragon Ball Z.

“Aunque se ofrecen algunas cifras, no es una obra que ilustre de manera realista la violencia y la vida de un joven sicario”, explica Esteban Castellanos, quien interpreta a Saiyajín.

Kame hame ha tendrá temporada del primero al 24 de febrero; funciones: viernes, sábados y domingos, a las 20, 19 y 18 horas, respectivamente. Teatro Sergio Magaña (Sor Juana Inés de la Cruz 114, Santa María la Ribera).

La Jornada

 

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