En su visita al Instituto de Biología para hablar de Plantas fósiles de la Península Antártica, indicó que la paleobotánica tiene múltiples aplicaciones; constituye una herramienta útil para comprender la distribución pretérita de los taxones y encontrar cuáles están emparentados, o para conocer cómo fue el clima en el pasado.
En al auditorio del Jardín Botánico, explicó que conocer la repartición añeja de las especies vegetales es fundamental para saber si la teoría de Pangea, el supercontinente formado por la unión de todos los continentes actuales, que se piensa existió durante las eras Paleozoica y Mesozoica, así como de Gondwana (el antiguo bloque continental que resultó de la porción meridional de Pangea), es coherente.
Las plantas de la Antártica permiten entender cómo es posible encontrar taxones emparentados y semejantes en América del Sur, Australia o Nueva Zelanda, por la dificultad de esos organismos para “cruzar” barreras oceánicas.
Además, prosiguió, los vegetales fósiles arrojan información valiosa de cómo fue el clima pasado, pero también cómo fue su adaptación a los diversos ambientes, expuso.
La Antártica, refirió, es la zona más fría y seca de la Tierra, sin divisiones territoriales, que no pertenece a ningún país y con una extensión un poco más pequeña que América del Sur.
Se trata de un área aislada al sur del planeta, rodeada de vientos que pueden llegar a los 300 kilómetros por hora, con temperaturas mínimas, cerca del Polo, de menos 89.2 grados, y 99 por ciento cubierta por hielo, “que guarda secretos que recién se develan”.
Geológicamente es muy variada, expuso; parece homogénea porque está cubierta de hielo, pero esa capa, en realidad, cubre dos áreas distintas en su historia: la “Antártica occidental”, “pequeña Antártica” o “península Antártica”, que es un conjunto de islas, y la “Oriental”, “gran Antártica” o “continente Antártico”. Ambas masas de tierra fueron unidas por una gran colisión.
La última conexión de la Antártica fue la que tuvo con América del Sur; de hecho, los depósitos geológicos son semejantes entre la parte norte de la península de esa porción de tierra y el sur americano.
Esa “disgregación” provocó la presencia de una corriente fuerte de vientos y aguas frías, llamada circunantártica; a partir de entonces, la zona se cubrió de hielo.
Las flores del final del Cretácico investigadas en la región, añadió, indican un pequeño intervalo de frío; en el Paleoceno, el clima se tornó mejor y los componentes eran semejantes a las floras de Valdivia, Chile, o el sur de Brasil.
Después, el hielo se hizo cada vez más presente. En el Eoceno y el Oligoceno, la vegetación arbórea casi se extinguió, pero permaneció el género de árboles Nothofagus, que al final también desapareció, como casi todo el resto, concluyó.
La jornada