Confrontados a grandes ciclos naturales, los pueblos expresaron desde el principio de los tiempos la angustia por una catástrofe que acarrearía un invierno o una noche eternas. Más recientemente, el terror del fin del mundo resurgió en forma de catástrofe ecológica, de invierno nuclear o de asteroide gigante. Cada mundo parece provisional. Antes del monoteísmo, las civilizaciones temían que estos ciclos naturales acabarían un día. Muchos ritos estaban asociados a este miedo, explica el historiador Bernard Sergent, autor del libro El fin del mundo.

Así, los aztecas consideraban que cada 52 años el Sol corría el riesgo de desaparecer y hacían sacrificios humanos para garantizar su renacimiento, señala este especialista de los mitos, que evoca también narraciones del fin del mundo en Mesopotamia y en la antigüedad griega y romana, entre otras civilizaciones. El mito del diluvio universal es uno de los más antiguos, anterior al del arca de Noé del Antiguo Testamento, señaló.

 

La Jornada

 

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