Abrir espacio a lo que no es infierno, ejercicio del arte, afirma Juan Villoro

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“Cuando escribo un artículo periodístico o una crónica necesito ser fiel a la verdad que estoy narrando, pero al mismo tiempo me parece que en la novela debo agregar una dimensión simbólica al mundo que estamos padeciendo, puede ocurrir en México pero también podría ocurrir en otro resort turístico que excitara de tal modo la violencia”, señala el narrador y ensayista en charla con este diario.

Los personajes que aparecen en el libro, publicado por Anagrama, “son estadunidenses, en esos enclaves turísticos suele haber personal internacional; entonces la tentación de la violencia no es privativa de México, lo que hago es establecer un contraste muy fuerte entre el tipo de violencia recreativa a que aspiran estos hoteleros en el Caribe mexicano y la violencia ritual, sacrificial que tenía un alto valor para los mayas, cómo al sacrificar lo más preciado, trataban de pacificar un universo incierto donde los dioses sólo cumplían si eran alimentados por el hombre”.

En estos rituales, no despreciaban la vida; “al contrario, tan la apreciaban que la donaban como lo más preciado al modo de una ofrenda para pacificar el mundo. Han pasado más de mil años desde entonces y es lamentable la situación de violencia gratuita en la que estamos sumidos y la última posibilidad de esta violencia gratuita es que se convierta en un espectáculo, ese es el planteamiento general de la novela: hacer una historia de solidaridad, de amistad, de redención, qué tipo de gente se puede reunir aquí, qué tipo de persona pueden encontrar una resistencia y salir adelante, y hacia eso desemboca la novela”.

En Arrecife, uno de los principales intereses del autor era narrar una investigación policiaca, pero más allá que la resolución de la historia “no dejara una tranquilidad moral, de quienes fueron los buenos o los malos. Quería que la resolución policiaca no ahogara una reflexión más honda sobre la ética y personalidad de los personajes”.

Juan Villoro (DF, 1956) destaca dos ejercicios básicos para el escritor contemporáneo: “uno es dar cuenta de la realidad quebrada que tenemos y tratar de arrojar ahí una claridad, tratar de establecer cuáles son las conexiones de sentido y cuáles son las posibles salidas de esa situación; es un ejercicio de entendernos a nosotros mismos de manera crítica.

“Lo segundo, que quizá es más difícil, es que aun inmerso en una realidad devastada, el escritor debe preservar el gozo esencial del hecho estético: su literatura debe ser sensual, humorística, apasionante, entretenida, preservar algo de fiesta dentro del apocalipsis es uno de los grandes atributos del arte. Por eso no es casual que en momentos muy terribles de la humanidad haya habido un arte muy fuerte. En la película El tercer hombre, Orson Welles dice una frase que me parece muy elocuente: ‘a fin de cuentas la paz y la estabilidad de Suiza lo único que produjo fue el reloj cucú; en cambio la corrupción, las guerras, y las mazmorras de Italia produjeron el Renacimiento’, con este ejemplo no nos queda más remedio de que ser renacentistas porque tenemos una realidad muy rota, muy quebrada, muy desigual, con profundos problemas de discriminación y el arte debe reflejar esta realidad, pero también crear ventanas de esperanza.

“Me gusta mucho el final de Las ciudades invisibles, de Ítalo Calvino, donde dice ‘el infierno no está en el otro mundo, el infierno ya está entre nosotros, lo conocemos, sabemos lo que es, nuestro trabajo es tratar de abrirle espacio a lo que no es infierno’. Y es un poco el ejercicio que practica el arte: que en medio del drama y el dolor encuentras motivos para leer, amar, deslumbrarte con un hecho estético; ese es el trabajo difícil.” Arrecife será presentada el 24 de mayo a las 19 horas en la librería Gandhi de Miguel Ángel de Quevedo.

La Jornada

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