Ciudad Juárez. Tras horas de espera en el lado estadunidense de la frontera y con la esperanza de que la Guardia Nacional de Texas les permitiera solicitar asilo en Estados Unidos, un grupo de 15 migrantes cruzó un río poco profundo de regreso a México, con la decepción dibujada en los rostros.
Tras viajar desde países como República Dominicana y Guatemala, se encontraban entre las primeras personas que el sábado intentaron entrar en Estados Unidos desde México tras el fin de las restricciones de la era covid-19 que habían impedido a muchos migrantes solicitar asilo en la frontera durante los últimos tres años.
Pero el acceso al asilo sigue estando restringido.
“Por favor, vayan de regreso a México”, dijo un soldado de Texas al grupo justo al norte del río que divide El Paso, Texas, y la mexicana Ciudad Juárez, bajo un puente que une ambos países.
Mientras los migrantes subían con dificultad por la orilla arenosa y llena de basura del río hacia México, un guatemalteco dijo que las tropas de Texas habían sido claras: “No nos conviene estar acá”.
Dos docenas de soldados de la Guardia Nacional se dispusieron rápidamente a tender espirales de alambre de púas sobre la base de cemento del puente donde habían estado los migrantes.
En virtud de la orden conocida como Título 42, las autoridades estadunidenses podían devolver rápidamente a los migrantes sin darles la oportunidad de solicitar asilo.
Desde que esa política terminó el jueves por la noche, Reuters fue testigo de nueve casos en los que las autoridades estadunidenses dijeron a los solicitantes de asilo que pretendían entrar desde Ciudad Juárez -incluidos venezolanos, cubanos, colombianos y mexicanos- que necesitaban cita previa a través de una aplicación gubernamental llamada CBP One.
En los últimos años, la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos (CBP, por su sigla en inglés) se ha enfrentado a un récord de cruces y, tras la expiración del Título 42, ha dicho que está dando prioridad a los inmigrantes con cita previa para agilizar los trámites.
Cuando una familia colombiana de seis miembros se acercó a un puerto de entrada de El Paso, Texas, un agente de la CBP les dijo que necesitaban una cita.
“Hay mucha gente delante de ustedes (…) no podemos permitir que se brinquen la fila”, les dijo.
No podrían cruzar por aquí
Heidi Altman, directora de políticas del Centro Nacional de Justicia para Inmigrantes, un grupo de ayuda legal, dijo que vio escenas similares en la ciudad fronteriza mexicana Matamoros y le preocupaba que funcionarios estadunidenses estuvieran bloqueando el acceso al asilo.
“El hecho de que la persona tenga una cita con CBP One no supone ninguna diferencia en términos de la obligación legal del gobierno estadunidense de permitirle la entrada y tramitar el asilo”, afirmó.
Bajo el puente de Ciudad Juárez-El Paso, un miembro de la Guardia Nacional de Texas advirtió a los migrantes de que, si seguían adentrándose en Estados Unidos, serían deportados y se les prohibiría solicitar la entrada en el país durante cinco años.
La nueva norma presume que la mayoría de los migrantes no tienen derecho a asilo si pasaron por otros países sin buscar primero protección en otro lugar, o si no utilizaron vías legales.
Estos mensajes han llegado a oídos de muchos inmigrantes que tienen puestas sus esperanzas en CBP One. Sin embargo, algunos no están familiarizados con la aplicación.
Una pareja dominicana bajo el puente dijo a Reuters que acababan de llegar a Ciudad Juárez y no habían oído hablar de ella. Una mujer cubana, con su hermana y su hijo en un puerto de entrada, señaló que no confiaba en que la aplicación funcionara.
Kleisy, una joven guatemalteca de 16 años que viajaba sola, llegó minutos después de que el grupo se hubiera dispersado por debajo del puente y dijo que funcionarios estadunidenses en otros puntos de la frontera le habían transmitido un mensaje similar.
“Dijeron que no podía pasar por aquí”, dijo, luchando por hacerse oír a través de un repentino torrente de lágrimas.
La adolescente, vestida con unos jeans negros y una brillante gorra de béisbol amarilla, salió sola de Jalapa, su ciudad natal, y esperaba reunirse con su padre en Dallas, Texas, tras diez años de separación.
Kleisy, quien sólo dio su nombre de pila, cruzó al lado estadunidense del río, se acercó al soldado más cercano y le pidió cruzar. Rápidamente él le hizo señas para que se retirara, diciéndole que buscara un punto fronterizo oficial.
Las tropas texanas tendieron más alambre de púas.