Pero esta situación no sólo afecta a este producto, sino también al azúcar, maíz, frijol, trigo, leche, y demás productos perecederos que están en peligro de ser desplazados si no se toman medidas urgentes, principalmente con la revisión del Tratado de Libre Comercio (TLC) con los países del norte.
Y detalla esta grave situación que tiene preocupado a los 4 mil 500 productores arroceros, quienes han visto en los últimos 11 años cómo ha venido cayendo la producción y la reducción de los campesinos que se dedican a este rubro. Solamente el año pasado, dice el dirigente de los arroceros, éramos 5 mil 400.
Y si además le agregamos que la cultura del consumo de arroz en México también ha bajado, pues de 12 kilos per cápita que se consumían en los años 88-90; en este 2011 cuando la población ha aumentado, el consumo per cápita bajó a 6 kilos; y ni siquiera nos comparamos con Centroamérica, pues solamente en Guatemala, el consumo per cápita es de 25 kilos.
A este paso, en poco tiempo veremos a los barcos chinos, de la India y en general de Asia, arribar a los puertos mexicanos cargados de cereales, para ofrecerlos a los grandes centros comerciales del país, transnacionales, que en primer lugar están acabando con el tradicional tendajón y tienda de abarrotes, para llevar hasta el último rincón del país esos cereales que los mexicanos estamos despreciando como producto alimenticio.
Alejandro Díaz confiesa que el panorama probablemente se agudizará en el próximo ciclo primavera-verano que comienza en mayo; es posible que se dé otra importante baja de productores: unos buscarán alternativas con cambios a otros cultivos, pero otros de plano se irán al otro lado, a los campos arroceros de Arkansas a buscar trabajo; de hecho, en la mayor parte de los cultivos en Estados Unidos, trabajan exproductores de arroz.
En contra de ese negro panorama, nos podemos imaginar esos campos de cultivo, el sur-sureste, donde se podrían echar a andar en poco tiempo 350 mil hectáreas, más las tierras del Pacífico: Jalisco, Sinaloa y Nayarit, Colima y Michoacán, así como las del centro: Morelos y Querétaro, tendríamos suficiente para lo que el país consume y todavía hasta para exportar. Es decir, seríamos autosuficientes.
Pero por más que imaginemos, la realidad es otra, es adversa por varios motivos: la principal, por falta de una política interna que impulse el desarrollo, no nada más el del arroz, sino de todos los cultivos, con lo que además, no solamente se tendría suficiente producción al reactivar el campo, las zonas agrícolas mexicanas, sino que los campesinos y especialmente los jóvenes tendrían una posibilidad de trabajo.
Y lo anterior no se concretará, mi querido agricultor, mientras no se adecuen los términos del Tratado de Libre Comercio (TLC) para proteger los cultivos nacionales. Y por lo que se ve, el actual Gobierno no tiene la menor intención de exigir semejante acción ante un prepotente y ambicioso vecino que lo quiere todo.
Alejandro Díaz explica los principales puntos de la problemática del cereal: la primera es que no hay condiciones adecuadas y apoyo gubernamental como lo requiere el campo; sí ha habido, pero no de acuerdo a un plan rector de corto, mediano y largo plazo, que nos permita hacer un desarrollo. Es decir en un año, en un ciclo, hay apoyo, pero el siguiente se trunca y al tercero es menos; entonces no hay congruencia ni impacto o resultados positivos.
Es también por falta de infraestructura y de investigación, sobre todo de variedades del producto; el manejo agronómico con nuevas tecnologías; nueva maquinaria, más sofisticada de acuerdo con las tecnologías que se utilicen en el momento; el cambio climático también nos está afectando, por lo que tenemos que cambiar patrones de lugares y fechas de siembra, entre otras.
En cuanto a la falta de infraestructura adecuada de acopio y almacenamiento, no tenemos los suficientes centros de acopio en las zonas productoras como para poder secar, que es parte del proceso del retiro del cereal de su lugar de siembra o cultivos, para su posterior comercialización. Créditos, que ese es uno de los puntos deficientes, tanto en la producción primaria como en el de acopio, donde se carece de créditos ágiles, expeditos y suficientes para poder llevar a cabo la producción primaria y acopio.
En México se prefiere comprar el arroz americano, porque a las comercializadoras les dan hasta 180 días para pagar, situación que las empresas aprovechan para jugar con los recursos, además de las bajas tasas de interés y seguros que les dan, aunque sean créditos con dólares.
Además de que en México no existe un mercado nacional, reglamentado, definido para proteger los productos nacionales, todo se ha hecho sobre las rodillas o de plano no se ha hecho nada; por el contrario, en todos los países de América del Sur y América Central, por citar algunos, protegen su producción nacional, pues primero consumen lo que producen para completar con las importaciones. Aquí se hace todo al revés.
Fernando Aguilar revistaemet.com