En una coloquial charla entre apasionados seres de nuestras circunstancias históricas, replicaban sobre el personaje más nefastoide de nuestra nación y discutían sobre “la malinche” que propició la “conquista” (malinchismo). El dignificado “Alteza Serenísima”, Antonio López de Santa Anna que mutiló el país cediendo literalmente Tejas (sin “x”) y Nuevo México en 1848 (ahora New Mexico, sin acento), y La Mesilla (5 años después), o sea, poco más de 2.4 millones de kilómetros cuadrados que representan alrededor del 55 por ciento de nuestro “cuerno de la abundancia” (santaannismo). Porfirio Díaz, el dictador que circundó el desarrollo industrial y agropecuario a través de inversiones extranjeras y los fructíferos hacendados (porfirismo). Carlos Salinas que vendió gran parte de los Activos Fijos Mexicanos” y re hizo su gran fortuna a costa de lo que fueron y favoreció la alternancia (salinismo). Vicente Fox, el presidente bufón que mochó el símbolo más sagrado y no supo aprovechar “el cambio” que le cedió Sedillo (foxismo) y finalmente Felipe de Jesús Calderón que vanagloria una cobertura casi completa del “Seguro Popular” y contrariamente, el mismo indica que la salud se reviste sólo por los ricos que la pueden pagar. Pero, la enfermedad más cruel es la guerra intestina que justificada o no, tiene un derrotero (calderónismo).
¿Cuál es la más dañina de todas estas hazañas? ¡Todas! Sin embargo, la más contundente y desastrosa es, sin duda, la malograda por el santaannismo que inició cuando fue derrotado por aquellos colonos rebeldes en San Jacinto el glorioso ejército mexicano, entre los mejor preparados del mundo, se firmó por Santa Anna el Tratado de Velasco que jamás se reconoció en México. En consecuencia se perpetuaba el robo más grande y ruin de todos los siglos; los gringos se apoderaron de más de la mitad de nuestro territorio, tras el Tratado de Guadalupe Hidalgo, de la Alta y Mediana California (la de la clásica “fiebre del oro”), de Nuevo México y Texas, inmediatamente después de la invasión, denominada justamente intervención “gabacha” en 1846 a nuestra patria con fines expansionistas del belicoso presidente norteamericano James Knox Polk y que dieron fe distintos enfrentamientos entre los que se cuentan las batallas de Tampico, de Monterrey, la del Paso del Norte y la de los Niños Héroes en Chapultepec. Durante el enésimo retorno al poder, Santa Anna logró mutilar nuevamente nuestra patria al regalar propiamente “La Mesilla” en 1853 cuya superficie significó 76 mil 800 kilómetros cuadrados (equivalente al 31 por ciento del territorio chihuahuense). ¿Acaso existe duda de quién ha sido en lugar de “Alteza Serenísima” un “Bajeza Excitadísima”?
“DESDE CUALQUIE ÁNGULO EN EL ENTORNO” prende la controvertida mecha del anti patriotismo. Si hubiéramos de buscar una definición comprendida, sería la de aquel individuo que siendo de nuestra cierta nacionalidad y origen, el pensamiento sobre su patria, que señalan debe ser el más enardecido, lo concibe como “estamos hundidos (vencidos, corroídos, aplanados) mexicanos” y sacrifica a la patria por intereses personales o aun, de grupo.